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Sale uno de “Palabras para un fin del mundo” hecho polvo. Con mal cuerpo. Y con dudas. El relato sugiere el asesinato de Unamuno ... a manos de Bartolomé Aragón, la última persona que lo vio vivo y la primera que le vio muerto. Escribió aquellos momentos y su historia ha llegado hasta ahora sin ser cuestionada. El relato de Manuel Menchón, autor del documental, apunta a que Aragón no era quien hemos creído que era, y que por fanatismo, devoción o sencillamente interés pudo haber asesinato al incómodo Unamuno. Ay, los indicios, en el mundo “noir” lo importante que son. El documental no solo describe el martirio de don Miguel, es el martirio de un país precipitándose al abismo a pesar de las advertencias del escritor. Un país idiotizado, especialmente su juventud, que es un término que ha utilizado el diputado popular Raúl de la Hoz para advertir de que la Ley Celáa, o sea, la nueva Ley de Educación, tiene la vocación de idiotizar a la sociedad que se forma en las aulas. Una crítica a los ponentes de la Ley, sin duda, pero también a los profesores y padres, que por encima de las leyes tenemos la obligación de impedir que nuestros hijos sean idiotas. Siguen las dudas sobre la literalidad de lo dicho en el Paraninfo por unos y otros, lloras cuando ves la quema de libros en las plazas y patios universitarios al modo nazi en la España de entonces y te hundes en la miseria mientras te cuentan cómo lo que decía Unamuno era manipulado burda pero eficazmente por la propaganda del régimen. Salen en el documental imágenes de la Salamanca de entonces, que te trasladan a los tiempos del No-Do y dan la sensación de que el documental está hecho para los salmantinos, al tiempo que revelan la importancia de aquella capital y cuartel general de la llamada “España nacional”, en la que también aparecían muertos en las cunetas. Repito, hecho polvo, con mal cuerpo, pero es necesario verlo: Menchón lo ha convertido en imprescindible para conocer el impacto de Unamuno entonces, y lo estrena en una semana de aniversarios vinculados a dos figuras de aquel tiempo: viene el 20-N.
Ya estaban las luces navideñas encendidas cuando salí del cine. ¿Es Navidad porque hay luces, o hay luces porque es Navidad? Pensé. En todo caso, espero que alivien nuestro estado de ánimo en estos tiempos donde todo son incertidumbres, y que el alivio llegue a las cajas de nuestro comercio y hostelería, que salió esta semana a la calle y puso al frente a todo un símbolo, Pauli, la del “Río de la Plata”, que proclamó sus ganas de seguir, que es la que tienen todos. Las que tenemos todos. Ya veremos cuándo abren nuestros bares porque Alfonso Fernández Mañueco ha sembrado dudas. También hay incertidumbres relacionadas con las celebraciones navideñas, que, espero, no pasen sin pena ni gloria como ha ocurrido con la de San Martín, al que hemos dejado atrás esta semana. El Santo, representado en su iglesia del Corrillo, quizá partiese con su espada una mascarilla en estos días pandémicos con el disgusto de Illa, Simón, Igea o Casado. La capa que todos necesitamos hoy es la vacuna, pero hasta que llegue se impone la resistencia. San Martín abría el tiempo de las matanzas y avisaba de los fríos. Hoy, el cambio climático puede que nos deje sin inviernos. Al menos sin los inviernos de antes, aunque espero que los calbotes continúen así. Y precisamente, con nieve se abre el documental de Menchón, transmitiendo un frío que te deja helado cuando sigue la proyección.
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