Los viejos verdes existen
Sábado, 15 de mayo 2021, 05:00
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“No dejes entrar al viejo” (Clint Eastwood)
El actor y director cinematográfico Clint Eastwood cumplirá 90 años el próximo día 30. Su hija Alison ... dice: “Mi padre tiene ocho hijos de seis mujeres”. Jugando al golf, su amigo el cantante country Toby Keith le preguntó cuál era el secreto de su creativa longevidad. Clint le explicó que “no dejaba al viejo entrar”. Toby compuso entonces una canción de éxito con ese estribillo. Escucharla me ha inspirado esta sabatina.
Empiezo por referirme a los sempiternos viejos verdes estilo don Hilarión, el boticario de “La verbena de la Paloma”, en medio de una morena y una rubia, que se justifica: “Y si me encuentro como un muchacho, ¿qué he de hacer yo?”. Son ancianos como el caballo rijoso, “inquieto y alborotado ante la presencia de una hembra”, dice la Academia, que añade: “Lujurioso, sensual”. Es decir, como el caballo que le dan sabana -lo canta Julio Iglesias-, “porque está viejo y cansao, pero no se dan cuenta que un corazón amarrao, cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao”. En mi pueblo lo expresan cabalmente: el zorro viejo perderá los dientes, pero no la maña de morder. Una de las sorpresas de la medicina fue la aparición de la Viagra, con la que algunos abuelos se desbocaron. Salían de la residencia o del domicilio con la pastillita en el bolso, dispuestos a llevar la contraria a la naturaleza. Empezaron a caer como moscas, pero porfiando, satisfechos. La experiencia y las muertes en acto de servicio enseñaron que mucho cuidado con los abusos. En este mes de mayo es preferible acudir con flores a María que con boticas a casa la Bernarda. Los amoríos a los noventa con una adolescente virgen, solo son posibles en la ficción del Nobel García Márquez (“Memoria de mis putas tristes”).
Pero hay otras clases de verdes, entre los que también hay abuelos, verde que te quiero verde, que tienen organizaciones propias. Unos son los ecolojetas, ecologistas llamados sandía, verdes por fuera y rojos por dentro. En ese complejo universo de los amigos de lo verde, también se encuentran los respetables vegetarianos, que dan preferencia a las verduras y legumbres, sin descartar los huevos o la leche. Los hay que van mas allá, los veganos, que no comen ningún producto animal, solo vegetales, ni siquiera usan el cuero, la lana o la seda. Quizá porque fue educado en que “de lo que come el grillo, poquillo”, uno es capaz de comer cualquier cosa, pero tiene sus preferencias por carnes y pescados. Y tira hacia el mejor amigo del hombre, el cerdo, como algunos próximos míos que no pueden pasar el día sin su ración de chichas, o sin engullir hecha rajitas una capadura de longaniza.
No olvido una tercera “clase” de verdes, los monárquicos. Son tan cérrimos como puedan serlo los republicanos, con la diferencia que llevan siglos de adhesión inquebrantable, con etapas brillantes -algunas lamentables-, mientras que los otros solo conocen dos breves períodos, la Iª y IIª República, que digan lo que digan no fueron precisamente idílicas. Pero ajabardados mientras pasaba el temporal republicano, se reconocían púdicamente entre ellos por las siglas VERDE -¡Viva El Rey De España!-. Metafórica y afectuosamente podría incluir en este grupo a S.M., el rey de espadas, es decir, a Su Majestad “El Viti”, porque el propio Rey Emérito le trata, con simpatía borbónica, de tú a tú; porque a los sesenta años de alternativa, cumplidos ayer, ningún torero le ha destronado, reina en la lista de salidas a hombros en la primera plaza del mundo; y porque mantiene esa dignidad, una sencilla majestuosidad, la “clase” que le hace tan admirado y respetable.
Algún erudito local puede decirme que en Salamanca hubo otros “Verdes”. Sí, los estudiantes alojados en el Colegio Menor San Pelayo -hoy Facultad de Geografía-, llamados así por su beca de color verde. Pero siendo del siglo XVI, se han vuelto demasiado viejos.
No es malo el consejo de “Harry el sucio”, “el bueno” del espaguetti western. No dejar entrar al viejo. Aunque perteneciendo a los sabios de la tribu (en el lenguaje de Levi Strauss), al consejo de ancianos. Llegar a patriarca animosamente. Estos días he visto emocionado a muchos, los supervivientes de la pandemia, acudir presurosos con su digna ancianidad a las colas de la vacuna. La vejez aporrea todos los días su puerta queriendo entrar en sus vidas y apoderarse de su encomiable voluntad. He asistido a su lucha por no dejarla entrar, hacer oídos sordos a sus siniestros golpes de aldaba. Que Dios los proteja.
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