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Para Ana Sacristán de Miguel, mi farmacéutica
Cantalejo es un pueblo de la provincia de Segovia, a 50 km de la capital, situado entre un ... bosque de pinos y robles, con una población de 3.562 habitantes según el censo de 2020. Dada la proximidad de la materia prima, sus moradores se especializan desde antes de 1848 en las labores de carpintería, destacando la fabricación de trillos y cribas que confeccionan durante los meses de otoño e invierno y luego salen familias enteras, en grandes carretas cargadas de trillos, cribas, bieldos, cedazos, medidas de cereal y otros aperos, (entre los que se encuentran sacos conteniendo lascas de silex para reparaciones), efectuando su venta en todos los pueblos castellanos, puerta a puerta o aprovechando las grandes ferias. A Salamanca llegan desviándose por Olmedo y exhiben su mercancía en el mercado semanal del Teso de la Feria. Vestían blusa negra de sarga, pantalones de pana rayada o lisa, alpargatas de cáñamo y su inseparable tralla. Cuando regresan a casa por las fiestas de Agosto y ya en las proximidades de la ciudad (que lo es por concesión del rey Alfonso XIII en febrero de 1926), “chiscaban la Tralla”, tradición que aún continúa.
En los años de la segunda república existían 76 talleres, pasando a ser 217 en 1958, con una fabricación de 30.000 trillos al año, quedando sólo 5 talleres en 1981.
Al igual que hicieran en la edad media los canteros de las grandes catedrales, los trilleros de Cantalejo utilizan un lenguaje denominado “Gacería” que es un código formado por un reducido número de palabras, que no supera las 350, para comunicarse entre sí y que no se entere el extraño.
Todavía hoy utilizamos en Salamanca una quincena de palabras de la “gacería” como: bandullo, panza; curda, borrachera; diñar, morir; gazuza, hambre; huesera, tumba; manducar, comer; mollera, cabeza; morapio, vino; piltra, cama; pinrel, pie; piños, dientes; pimplar, beber; pureta, viejo o trena, cárcel pero desconocemos el resto. Si de repente nos espetaran: “Amartela la borlona y deja la cirila legañosa” no sabríamos que nos están diciendo: “Coge la escoba y deja la tienda como un espejo” o si fuera: “No garlees, que atervan la prosa”, lo que nos dicen es: “No hables, que entienden la conversación”.
“La Jota Briquera” entre las estrofas en castellano tiene algunas en garcería, como... “Garleamos la garcería / que no la atervan los manes, / taloneros ni sinífaros / en los más siertes vilaches /... Engrullona del vilorrio, / a tu jaima del Pinar / manes, sionas, motardines / nos botamos a garlear. / Si nos pulimos quillados, / sin el artón y sin ura, / tus guisantes nos aterven, / pánanos lusa y helura. / Si se nos pirria el mandorro / y no pulimos moroza, / Sieva de todas las sievas, / bótanos tu sierte pota”.
Se hizo célebre la copla, interpretada por “Los Silberios”, el padre, Mariano San Romualdo Egido y sus seis hijos: “Algo tiene Cantalejo / que no tienen las demás: / La jota, la gacería / y la Virgen del Pinar”.
Los trilleros artesanos eran los “Briqueros” o fabricantes de “bricas”, cribas en castellano por mera transposición de letras. La palabra trillo viene de “chifla” en árabe, cuchilla y “Chiflero” se llamaba también al trillero. A las mujeres que eran las que, mayoritariamente, se encargaban de empedrar los trillos se las denominaba “Enchifleras”.
La construcción de trillos pasaba por varias fases: corte del pino, aserrío, secadero, casamiento, rayado, escopleo, acepillado, armado, hacer piedra y empedreo.
Una vez limpias las besanas de bálago y depositado éste en las parvas de la era, comenzaba la labor de “trilla” consistente en trocear la paja y las espigas secas por medio del trillo que llevaba en su base inferior incrustadas unas piedras de pedernal y era arrastrado normalmente por una pareja de bueyes, manejados por el “trillique” y dirigiendo la operación de tornar la labor, es decir dar la vuelta al bálago para que se trillara todo por igual, el mayoral con su cuadrilla, utilizando unas horcas de madera con 4 ganchos.
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