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Esa aciaga noche que los madridistas nos fuimos a la cama incapaces de asimilar cómo el mejor equipo del mundo se estrellaba contra un Segunda ... B, con un presupuesto que no alcanza para cubrir lo que nuestras estrellas favoritas se gasten en peluquería o en tatuarse por toda su anatomía sus trece copas de Europa, reconozcamos que también dormimos reconfortados de que puedan suceder estos milagros que sirven para recordarnos que a veces también el fútbol, ese fantástico entretenimiento que inventamos para distraernos de nuestros problemas, pueda impartir en momentos puntuales unas cuantas lecciones de justicia, solidaridad, humildad y esfuerzo, haciendo un extraordinario corte de mangas a ese poderoso caballero que cantaba Quevedo, el envilecido Don Dinero.

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