Los Juegos del Hambre
Lunes, 25 de julio 2022, 05:00
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Lunes, 25 de julio 2022, 05:00
A raíz de los incendios, me ha venido a la mente una trilogía juvenil que leí hace unos años. Esta distopía transcurre en unos Estados Unidos devastados por el cambio climático y la guerra civil, donde un solo Estado -en el que viven los ricos- ... subyuga al resto a través de la coacción física. Mientras tanto, el resto de territorios produce lo necesario para sustentar a la metrópoli, con unas condiciones de vida nefastas. Y aunque es una novela en la que el amor empaña el hilo argumental, tiene unas nociones básicas de marketing político bastante interesantes. Para quien no la conozca, la historia va de una muchacha a la que mandan a una especie de Gran Hermano sangriento con otros jóvenes de los estados pobres para que se maten entre ellos, a modo de recordatorio de que es la metrópoli la que manda.
A todo esto, la muchacha, viene de la peor región de todas. Tan pobre y alejada que ni si quiera las fuerzas del Estado llegan a ella, por lo que sus ciudadanos viven en un limbo legal poco represivo. Algo así como los olvidados del culo del mundo. Por eso, a los participantes de su territorio nunca se los toman en serio. Hasta que llega esta chica, a la que se le alinean los astros y pasa de ser la pobre flacucha del estado más olvidado a convertirse en la “chica en llamas” e infundir temor hasta al mismísimo dictador. Se pueden imaginar como acaba la novela. Historias de yanquis, ya saben. Pero no he podido evitar reflexionar acerca de esa figura de la “chica en llamas”. Por razones evidentes. Y en ningún momento pretendiendo banalizar la situación.
El Oeste se quema. Cáceres arde. León arde. Salamanca arde. Y, sobre todo, Zamora arde. Y esto se nos va de las manos. Creo que tenemos claro que esto tiene mucho que ver con el cambio climático. Sería de necios negarlo cuando estamos alcanzando temperaturas históricas máximas. Y por cierto, no tener aire acondicionado en casa o no poder enchufar el ventilador por la luz que gasta, también es pobreza energética. Pero eso es otro tema. Además, los incendios que asolan nuestras tierras, como no, tienen mucho que ver con el abandono institucional.
A la España vaciada ya solo le faltaba estar calcinada. Total, sin gente ¿qué más da que no haya ni territorio? Mientras la costa mediterránea está repleta de guiris y veraneantes relajándose en la playa, la otra España, la que no sale en los medios, la que proporciona alimento y mano de obra a la España próspera, desaparece. El Estado español lo ha sido para unos pocos. Para los otros no ha sido más que abandono. Y en esta Comunidad Autónoma sacada de la manga del franquista Martín Villa, se reprodujo el esquema centro-periferia del Estado español. Por eso, que se desalojen puebluchos de menos de mil personas -personas que ven de cerca como pueden perderlo todo- no le importa ni a la Junta ni al Gobierno central. Total, ¿qué más da que tres mil viejos rurales pierdan su casa si sus votos no hacen falta?
Pero claro, no es Suarez-Quiñones el que se pone el buzo y se enfrenta a las llamas. No es Marlaska el que coge la cosechadora y pierde su fuente de ingresos por evitar que se propague el fuego. No es el vicepresidente de Vox, ni sus absurdas ocurrencias de conciertos benéficos, el que renuncia a su sueldo de 80.000€ para contratar más efectivos. Una vez más es la clase obrera la que sale al rescate. Y a los trabajadores, se les unen las manos de las gentes del pueblo. Porque otra vez solo el pueblo salva al pueblo. E igual va siendo hora de volvernos esa “chica en llamas” y empezar a infundir “temor” para que nos tomen en serio.
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