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Para Antonio Seseña, lígrimo cosechero de datos
C ONSTITUÍAN los Corrales una agrupación de casas que normalmente tenían una puerta de acceso común. En la ... calle de la Rúa existieron unos denominados de “Antón de Paz” formados por 44 casas que tenían como linderos: por el oeste la calle de la Rúa, por el sur el primer tramo de la calle del Jesús y la sinuosa de Pan y Carbón, por el este la de Albarderos (hoy san Pablo) y por el norte la actual de Felipe Espino, que entonces albergaba edificaciones. En el interior se encontraba la calle Alcaicería así llamada por los arcos que la adornaban semejantes a los de los mercados árabes.
El rey Fernando IV concedió el Señorío de los Corrales de la Rúa y Alcaicería al caballero salmantino Sancho Pérez de Paz, lo que se traducía en que ejercía la jurisdicción civil y criminal, en lugar del monarca, quedando sus moradores obligados a pagar el vasallaje a la familia Paz y exentos de todo servicio, tributo y fuero real, constituyendo una especie municipio independiente. En 1312 construyó sus casas principales y una torre.
Los Corrales tuvieron dos puertas, una en la calle del Jesús dotada de un arco escarzano sobre el que campeaba una imagen de Jesús, de donde le viene el nombre a la calle, demolida en 1852 y otra en la actual calle de Felipe Espino, con arco de medio punto, dotada de cadenas sujetas por leones y luciendo el escudo de los Paz consistente en 10 bezantes de oro, puestos 3, 3, 3 y 1. Los arcos se unían a las edificaciones por medio de pequeñas bovedillas.
El 30 de diciembre de 1878 se mandó estudiar el ensanche de la calle de la Rúa al arquitecto municipal José González Altés quien presentó el anteproyecto el 25 de enero de 1879 con dos soluciones: la primera alineaba solo hasta Palominos y la segunda lo hacía hasta la Plaza de Anaya, dándole una anchura de 10 metros, siendo aprobada la segunda el 5 de febrero por la Comisión de Obras. Al poner en marcha el proyecto surgieron problemas con los Corrales. Bernabela Sánchez Hernández poseía la vivienda número 13, que hacía esquina con la actual calle de Felipe Espino, Teresa de Zúñiga y Cornejo, la célebre “Corneja” la casa número 15, sobre la citada calle y su hermano Pedro el número 17, que sería la otra esquina actual. Ambas casas soportaban los estribos del arco de entrada.
Declarada la ruina del arco el 20 de octubre de 1879, Teresa se conformó pero no así su hermano que comenzó un largo pleito exigiendo otro informe, cosa que hizo el arquitecto José Secall, que no encontró amenaza de ruina. Se hizo necesario un tercer peritaje que efectuó Carlos Gandorff, quien dictaminó no solo la ruina del arco sino de las dos casas que le servían de apoyo. Presentó Pedro interdicto, con lo que se paralizó el derribo. Cuando se terminaron los derribos y pudieron ser vendidos los solares, el de Teresa lo compró Felipe Téllez de Meneses por 3.701 pesetas y el de Pedro, se vendió en 1887, por 1.211,78 pesetas.
El arco de la calle del Jesús no dio problemas. La esquina de la calle de la Rúa, con el número 47 era propiedad de Baldomero Muñoz y el arco apoyaba sobre la vecina casa de la calle del Jesús, con esquina a Pan y Carbón, propiedad del antecesor de Juan Muñoz de Partearroyo.
Teresa Zúñiga, “la Corneja” dio infinidad de quebraderos de cabeza al Ayuntamiento, al intentar la expropiación de sus posesiones en el mismo proyecto para abrir la calle de la Rúa a partir de Palominos, afectando a sus fincas que se extendían desde la calle de la Estafeta.
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