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Ahora que han sido difundidos los audios grabados a traición por ese aprendiz de comisario Villarejo que ha resultado ser el ex locutor de los ... 40 Principales José Antonio Abellán, ya sabemos que Florentino Pérez, el insigne presidente del Real Madrid, no sólo es un ser superior como en su día nos aseguró Emilio Butragueño, dejándonos ciertamente un poco perplejos y alelados, sino que está conformado por dos personas distintas y un solo ser superior verdadero.
Tenemos de un lado al poderoso presidente que se diferenciaba aparentemente de algunos otros colegas por su buena educación, por su simpatía y paciencia ante las peticiones de fichajes y pins de los aficionados que le aguardaban a la salida de los restaurantes, por su actitud de padre cordial y bondadoso ante los integrantes de la plantilla o por la discreta corrección con que se manejaba ante las preguntas casi siempre un poco malévolas de los periodistas deportivos. Y tenemos por otro lado, resumiendo mucho y sin querer hacer demasiada sangre, una boca salvaje y lenguaraz que dispara las más tremendas barbaridades, ordinarieces e insultos sin cortarse un pelo refiriéndose a los más importantes mitos y leyendas madridistas, sin escatimar ese veneno y esa soberbia infame que hasta la fecha éramos incapaces de imaginar.
Con todo, mucho me temo que esta doble personalidad del ser superior Florentino Pérez no tenga también similitudes y paralelismos con cualquiera de nosotros, seres un poco más inferiores, gente en definitiva normal y corriente que llenamos los estadios como decía aquella estupenda canción de Gabinete Caligari. Pienso que lo mismo si somos sinceros o si alguien que creemos un amigo de confianza se nos acerca con un micrófono en el bolsillo a nuestras conversaciones íntimas y privadas, especialmente aquellos días que nos levantamos con el pie izquierdo, también recogerá alguna que otra grosería importante. Es más, tal vez no haga falta ni siquiera que se acerque ningún aprendiz de comisario Villarejo para comprobarlo. Simplemente basta que recoja un poco el sonido ambiente que emitimos en manada y anónimamente cuando nos encontramos en las gradas de un estadio o justo en ese bar de la esquina en el que nos reuníamos antes de que estallara la pandemia a ver el disputadísimo partido de la jornada.
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