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EL 23 de mayo de 2018 la ejecutiva del PNV decidió votar a favor de los presupuestos generales del Estado de Mariano Rajoy (a cambio ... de 540 millones de euros en inversiones para el País Vasco y de la promesa del Gobierno de inhabilitar de inmediato el artículo 155 en Cataluña).
Un día después, el 24 de mayo, la Audiencia Nacional hizo pública la sentencia del caso Gürtel, en la que se responsabilizaba al PP “a título lucrativo” y se daba por segura la existencia de una “caja b” en el partido. Pocas horas más tarde, Pedro Sánchez anunció una moción de censura, a pesar de disponer de solo 84 de los 350 diputados del Congreso. El 31 de mayo decidió tumbar a Rajoy apoyando la moción de censura de Sánchez.
Hace años nuestros ojos vieron a Xabier Arzalluz entrar complacido en la sede del PP en la calle Génova y dar una rueda de prensa debajo del logo de la gaviota, para certificar su voto a la investidura de José María Aznar en 1996, y Aznar lo aceptó agradecido.
Ahora, tanto Iberdrola (una gran empresa vasca) como otras que están paralizando su producción en el País Vasco a causa del precio de la energía han hecho que a los del PNV se les haya puesto cara de dolerles el estómago. Su portavoz, Aitor Esteban, le dijo al presidente Sánchez que esa propuesta de recortes a las eléctricas es una “solución simplona”. Y, después, subió un escalón: “está en juego el futuro de la economía; pero también, lo sabe, el futuro de su propio gobierno”.
Como ha escrito el analista Vicente Vallés, “estos malabaristas son capaces de mantener dos docenas de platillos dando vueltas sobre finas varillas, sin que ninguno caiga por dejar de girar. Hasta ahora, el presidente ha demostrado un notable virtuosismo para lograrlo. Pero el problema tiene alguna complejidad a largo plazo. Sánchez se afana en conservar, a un tiempo, el apoyo de la izquierda populista tendente al anticapitalismo, y el apoyo de la derecha industrial negurítica”.
Y ahora, cuando se trata de aprobar los presupuestos, los nacionalistas vascos pondrán sobre la mesa el exprimidor para extraer el jugo que corresponde a sus seis escasos, pero imprescindibles, diputados.
Y mientras tanto el resto de los españoles pagaremos el déficit que el en el País Vasco generan las pensiones (más de 6.000 euros/año por cada pensión que allí se cobra). Ellos no ponen un euro pero los pensionistas vascos vienen, de vez en cuando, a manifestarse a Madrid. ¡Pero qué cara dura!
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