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A Marie Fredriksson (1958-2020)
No sé si al final los androides soñaron con ovejas eléctricas, o decidieron sin más perder su libido enganchados, como ... tantos, a la perversa atracción sexual de la telebasura. Lo cierto es que me da igual, pues si el ser humano no ha sido capaz de seguir progresando y mejorándose, no voy a tener esperanza en la inteligencia artificial. Me conformaré con creer (aún) que el amanecer y el atardecer siguen citándose cada día sobre el Gran Cañón y que el mundo desde el hotel “El Tovar” sigue siendo (aún) otra cosa, afortunadamente otra cosa... Aunque, deberíamos preguntarnos, ¿a quién le importa el mundo?, ¿al activismo medioambiental, a los políticos sin oficio ni beneficio, a la dictadura de los mediocres, a quienes han hecho del ruido una ideología?, ¿a quién? A nadie. Vivimos en un sálvese quien pueda mientras dejamos al loco hacerse con el poder... porque estamos rodeados de locos, locos con derecho al voto, con una misión, con cuenta en “Facebook”, con una audiencia, uuufffff... Locos sin ningún interés más allá de la tierra quemada que dejan atrás.
Hemos llegado a tal punto que somos capaces de defender una cosa y la contraria, sin despeinarnos, sin rubor alguno... Y uno, que aún se despeina, que aún se ruboriza, que aún se nutre del intelecto que dan los atardeceres, no puede por menos de quedarse atónito, petrificado, carbonizado. En “La Vanguardia” del pasado lunes, un artículo-reportaje sobre las elecciones británicas criticaba abiertamente las inmundicias nacionalistas y sociales de la Gran Bretaña de hoy... aunque en realidad estaba hablando de la podredumbre de la Cataluña de hoy. Sólo una perla: leía en “La Vanguardia” (preciosa palabra, vanguardia) que “El nacionalismo inglés sigue siendo el vehículo de las elites para retener privilegios”. ¿Les suena? Cambien inglés por catalán, y añadan tras privilegios “y ocultar corrupciones y corruptos”. ¿Les suena? Pues así estamos, en manos de locos incapaces ni de mantener sus discursos de odio y mentiras.
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