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Hace unos días leí en el pórtico de entrada al monasterio de las Batuecas un texto grabado en una placa de madera que supongo habrán ... colocado allí los propios carmelitas. Se trata de una cita atribuida a Dostoievski a propósito del amor. Viene a decir que hay que amar cada hoja, cada rayo de luz, a los animales, a las plantas, a todo en general, porque solamente así, cuando nos hayamos dado cuenta de la fuerza del amor, ese amor lo abarcará todo en nuestra vida. Como fundamento teórico y hálito vivificador de la naturaleza humana resulta edificante eso de vivir en permanentes ansias de amores inflamados. Seguramente los frailes, esos santos varones ajenos a las fruslerías del siglo, lo tienen más fácil, dado lo recoleto y bucólico del entorno Cantemos al amor de los amores, entonábamos con unción entre los efluvios de incienso en aquellas exposiciones del Santísimo al amparo del nacional catolicismo. Si Luis Buñuel hubiera podido comprar, como pretendía, esa propiedad que él descubrió casi en ruinas y abandonada al finalizar el rodaje de su documental sobre las Hurdes, a estas alturas tendríamos en el fondo del ameno valle un hotel rural con encanto en vez de ese centro de espiritualidad que es el Desierto de San José de las Batuecas.

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