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No soy negacionista por la sencilla razón de que el virus, venga de donde venga, haya salido de donde haya salido, lo haya puesto en ... circulación quien lo haya puesto en circulación, está ahí, es una trágica y cruel realidad, una III guerra mundial sin el estruendo de las bombas y sin el barro de las trincheras, pero una III guerra mundial en toda regla, con la artillería del miedo desplegada por todo el orbe, por tanto más mundial que nunca.
No soy negacionista pero sí abandero la teoría de una conspiración global contra lo establecido, contra el capitalismo, contra la libertad. En resumen, contra nosotros. Está claro -basta con observar- que detrás del coronavirus se esconden oscuras maniobras de base política, económica y social para cambian el orden de las cosas, de la sociedad, del nuestra manera de actuar, de trabajar, de relacionarnos, de pensar, de vivir en definitiva. Y Pedro Sánchez, mera marioneta de la mano negra que mece la cuna del mundo de hoy, me abrió los ojos con su discurso durante la esperpéntica reunión con los directivos del Ibex el pasado lunes, y digo esperpéntica porque aquello, dado lo dispar y absurdo del acto, parecía un encuentro casual en los pasillos del “Mercadona”. Lo siento, pero en mi concepto de mundo no caben ni Pablo Iglesias vicepresidente de algo ni su pareja ministra de cualquier cosa. La democracia no es esto, y preservarla exige otras aptitudes y actitudes. Otras capacidades. Otras personas que quizá ya no existan...
Sánchez lo dijo, y se descubrió el pastel: las personas no importamos. El futuro -leyó imagino que sin saber lo que le habían escrito- pasa por lo digital; el trabajo, la educación, el ocio, el comercio, las relaciones interpersonales, la sanidad. Todo pasará por lo digital. Ese es el verdadero fin de la mano negra: meternos en casa, y el confinamiento fue la prueba de fuego. Pueden hacer lo que quieran con nosotros. Ahora viene la segunda parte de su “misión”, darle forma para siempre, sacarnos de los bares, de los cines, de los teatros, de los restaurantes, de los trabajos, de las iglesias, de las aulas Sólo Internet como mundo exterior, el e-dios supremo. Lo dijo Sánchez, no lo invento yo.
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