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La histórica goleada al Barcelona, que se une a cierto declive catalán, dicen algunos, me pilló de cena cerca del cható, mirando de reojo ... al reloj para no incumplir las normas horarias. Entre gol y gol se hablaba del impacto que el cierre de discotecas y la restricción horaria pueden tener en la “cultura” del ocio, que hemos convertido en una de las enseñas de la marca “España” y de si esto, definitivamente, nos hará “europeos” al uso; es decir, de cena a las ocho y en el “sobre” a las diez. Aunque queda por ver qué hará la “Resistencia”, en la que veremos a hosteleros y adictos a la noche. ¿Será una resistencia clandestina o irán al juzgado? De pronto, ha dejado de interesar el destino del “Emérito”, asunto atropellado por otra actualidad mucho más importante y que está provocando un interés por la literatura de la peste. Esta semana que termina se cumplieron setecientos nueve años del nacimiento del único rey salmantino, que fue, también, el único rey muerto de peste: Alfonso XI, llamado el Justiciero. Tenía de vecino a Franco, pero sabrá que ya no está, así que ahora solo tiene a su hijo Pedro I, el Cruel, con fama también de justiciero, como lo fue su madre, la fermosíssimaMaría de Portugal, que también se tomó la justicia por su mano. Me pregunto por qué Netflix no hace series de nuestro pasado, lleno de conspiraciones y puñaladas por la espalda, aun reconociendo que hoy el debate está en el virus: ¿salió de un mercado o un laboratorio? Y habrá serie.

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lagacetadesalamanca Líbranos de pestes