Secciones
Destacamos
Leo Messi y leo entierro. Porque lo vivido este domingo en el Auditori 1899, a escasos metros del césped donde el astro argentino cimentó una carrera futbolística deslumbrante y llena de éxitos, pareció más un sepelio que una rueda de prensa. Desde la escena del ... moquero en el arranque hasta el desenlace final, con los periodistas aplaudiendo en pie, en el acto solo se escucharon buenas palabras y escasos mensajes subliminales, inevitables hasta en los funerales de las familias más unidas. Solo faltaron unas salvas de honor.
Leo Messi y leo mentiras. Las de un Joan Laporta que basó su última victoria electoral a la presidencia del club azulgrana en la promesa de que mantendría en sus filas al ‘inmessionante’ jugador, como fue definido en un diccionario de la lengua española de editorial Santillana. La afición barcelonista confió en este carismático tahúr de sonrisa eterna y en su magia para reducir la desorbitada masa salarial de los que hace dos días abrazaban compungidos a su amigo. Humo. Hipocresía. El vendeburras usó y tiró a la estrella.
Y, cómo no, leo las bolas del genio rosarino que dijo sin despeinarse, eso sí entre lágrimas, que había hecho todo lo posible para quedarse. Habría que recordarle que ya no pertenecía al Barça; que en 2014 ya quiso darse el piro y Tito Vilanova le convenció para seguir vistiendo la elástica azulgrana poco antes de morir; que, dos años después, también estuvo a punto de poner pies en polvorosa porque Hacienda le estaba echando el aliento en el cogote más que Pepe en los Clásicos del Bernabéu; que, hace apenas un año, envió un burofax a las oficinas culés anunciando que abandonaba el club tras el humillante 2-8 del Bayern en el Camp Nou. La memoria no es su fuerte. Algún defecto debía tener.
Leo Messi y leo ruina. La del fútbol español que no puede competir con clubes-estado como el PSG, el Manchester City y el Chelsea aupados por multimillonarias inyecciones de dinero desde países tan transparentes como Qatar, el emirato árabe de Abu Dabi o Rusia. Y, sobre todo, la del FC Barcelona, que un tal Bartomeu se ha encargado de enterrar pagando sueldos estratosféricos a jugadores -entre ellos al propio Messi, no se olviden-, realizando insólitos traspasos y dejando a la sociedad ahogada económicamente. Ya lo dijo Laporta al ver el erial que había heredado de su antecesor: el costo de la plantilla representaba el 110% de los ingresos de la entidad que se considera más que un club.
Leo Messi y leo dinero. Cifras desorbitadas en tiempos de crisis económica mundial provocada por una pandemia que, entre otras cosas, nos ha alejado de los estadios. Ingeniería financiera opaca que suele acabar en burbujas que explotan en las manos de los directivos futbolísticos sin solución posible. Fondos de inversión anunciados como un balón de oxígeno salvador pero con cláusulas salvajes que hipotecan el deporte a perpetuidad si no se cambian los modelos de gestión.
Leo Messi y leo pasión. Porque pocos futbolistas tienen la capacidad de este genio para levantarte del asiento mientras lleva la pelota cosida al pie driblando a cuantos contrarios se le ponen por delante, o coloca el balón en el fondo de la red tras limpiar las telarañas de la escuadra como si estuviera dando un pase tenso a un compañero, o encuentra espacios imposibles para dar una asistencia de gol donde nadie lo hubiera imaginado jamás. Las emociones que genera en cualquier amante del balompié que se precie son inenarrables.
Finalmente, leo Messi y leo contradicción. La que produce añorar su fútbol con mayúsculas a un madridista como yo que, como tantos otros, respira tranquilo al saber que ya no nos volverá a hacer goles tan excelsos como los que sufrimos en nuestras propias carnes cuando vestía la camiseta azulgrana.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Miguel Ángel García-Mochales. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.