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En 1785 Gaspar Melchor de Jovellanos escribía: “Puede haber otro [oficio] más molesto, más duro, más expuesto a incomodidades y peligros? Pues este ejercicio se ... halla hoy a cargo de las mujeres exclusivamente en las cortes y grandes capitales”. No sabía que en Salamanca, 150 años después, sería célebre “Juanito, el Lavandero”, que se paseaba jacarandoso desde su casa en el barrio de los Milagros, atravesando san Vicente, llevando a la cabeza, reposando sobre mullida “rodillera” un enorme barreño de latón con “cogüelmo” de ropa sucia, alternado con voluminoso “escriño” de enea con la ropa limpia ya seca y los socorridos utensilios de madera, tajuela y lavadero, portados al cuadril. Fue admitido en el cerrado círculo de las lavanderas, pero no por ello libre de las constantes chanzas, pullas y bromas elevadas de tono, de un inmisericorde gremio femenino, que normalmente efectuaba su agotador y sufrido trabajo en medio de parlanchina algazara y jolgorio

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lagacetadesalamanca Lavanderas y lavaderos