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Hay que bailar a San Roque para que nos libre de la peste. El santo del perro era uno de los santos de la peste, ... como nos recordó aquella exposición serrana de Antonio Cea. Y la peste era un asunto serio porque igual se llevaba por delante a un sencillo vecino de San Felices de los Gallegos –uno de los pueblos que padeció la peste negra—que a todo un rey salmantino, como Alfonso XI de Castilla, que nació en Salamanca el 13 agosto de 1311 y dejó este mundo el Viernes Santo de 1350, víctima de la peste. Algo han escrito de la peste en Salamanca Ángel Vaca o Ángel Barrios, incluso es conocido que los capitalinos estábamos obligados a ofrecer a San Boal en su fiesta un donativo para que nos librase de ella, o sea, que en Salamanca tuvimos peste como tendríamos otras epidemias a lo largo de la historia, incluido el siglo XX. También la Iglesia veía su vida alterada por la peste, como se cuenta en la historia del convento de San Esteban, y naturalmente la Universidad. De la imprenta de Hans Gysser salió un tratado médico salmantino sobre peste en 1507, cuando aún estaban recientes algunas noticias sobre la enfermedad en nuestro entorno. Bailemos, pues, a San Roque, como hacen en Macotera, aunque la devoción al santo llega más lejos: Carbajosa, Puente Congosto, Salmoral, Valdelosa, Valdemierque, Villarino, Babilafuente, Vallejera de Riofrío o Valdecarros. Hoy, sin peste negra, sigue teniendo sentido bailar a San Roque, rezarle, o encomendarse a otros santos de la peste, como San Boal o San Fabián y San Sebastián, porque el mundo contemporáneo tiene sus propias pestes, que se llevan por delante tantas vidas o más que en el mundo medieval. Piense en ello.
La palabra peste se vincula hoy a los malos olores, o sea, al medio ambiente, a señalados populistas, la violencia de género... y al mal porcino. La brutal peste porcina que padece China es una oportunidad para los ganaderos salmantinos. Así es la vida. Hoy sabemos que el Ayuntamiento de García Carbayo sigue adelante con la idea de su predecesor en la alcaldía de abrir un centro de recepción de turistas en el denominado Mercado Viejo, algo parecido a una placita que perteneció al histórico barrio de Santiago tan retratado por el pintor Abraido del Rey o fotógrafos como Gombau o Pepe Núñez. Plaza vecina de la iglesia jacobea, la histórica fábrica de luz (hoy Museo de Automoción de Demetrio Gómez Planche) y el molino harinero del Sur, por ejemplo, que fueron edificios señalados de un caserío de pescadores y bohemios, que en su ruina albergó a algunos grupos aspirantes a triunfar en la música, aunque ninguno llegó lejos. Esa Plaza del Mercado Viejo toma su nombre de aquel mercado ganadero que hoy es Salamaq. Y así, el recinto ferial de la Diputación Provincial, que se prepara para su cita de septiembre, es la última estación del peregrinaje de ese mercado desde la iglesia de Santiago a la Plaza de la Justicia, junto a Mirat, o al Teso de la Feria. Ahí van a descargar a nuestros visitantes y desde esa Plaza del Mercado Viejo los turistas atacarán la visita a Salamanca como quien se enfrenta al ascenso de una cima. Naturalmente, sin la peste de los malos olores porcinos que hizo necesario el traslado de aquel mercado de ganado, a su vez desplazado años más tarde por el tren cuando este se empeñó en pasar por el barrio de la Fontana.
Hay que rogar a San Roque para que la peste porcina no entre en Salamanca y para que otras pestes de nuestro tiempo tampoco lo hagan. Y si para ello hay que entregar a San Boal su dádiva correspondiente, se hace igualmente. Nuestros antepasados ya nos enseñaron que, con la peste, pocas bromas. De hecho, hoy la peste negra continúa activa y alrededor de tres mil personas al año la padecen.
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