Las peñas
Lunes, 14 de noviembre 2022, 04:00
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Lunes, 14 de noviembre 2022, 04:00
Hace unos años llegamos a ser más de 45 personas en mi peña. Entre las de casa, los de fuera, las parejas y los allegados, sumábamos más que los votantes de Falange en Salamanca. Con acentos diversos y distintas historias de vida, nos juntábamos con ... un único objetivo: disfrutar de las fiestas.
Y entre tanta emoción -sentimiento que siempre conlleva cierta inquietud- lo normal era que surgiera algún rocecillo. Ya fuese por intereses opuestos, asuntos del pasado, diferencias ideológicas o porque alguien se había comido todo el jamón.
Me imagino lo que sucede dentro de los partidos políticos cuando se acercan unos comicios como algo parecido. El nerviosismo invade a nuestros cargos electos ante la llegada de la fiesta de la democracia. Ya sea por repetir puesto o porque saben que su tiempo terminó.
Pero aquí, lejos de querer buscar un bien común, la inquietud proviene de egos normalmente desmedidos. Ese desasosiego suele aparejar la falta de lealtad, ya no solo con los votantes -se suelen olvidar que somos los electores a quienes deben sus cargos- sino también con su propia organización. Hay incluso “traiciones” de última hora. Giritos de guion -en diminutivo, porque son poquita cosa- que lejos quedan del Juego de Tronos que para algunos suponen esas felonías. Lo suyo es que estas se queden en casa, mostrando a la galería una unidad infranqueable. Sin embargo, siempre hay quien se empeña en llevar esas guerritas internas a la arena pública. Lo que nadie les dice es que esto no provoca más que aburrimiento entre la ciudadanía. A nadie nos importa sus luchas de egos.
Siempre ha sido tradición que los partidos de izquierda aireen sus guerritas en los medios de comunicación, para gozo y disfrute de tertulianos con ideas diferentes. Lo estamos viviendo ahora con la supuesta brecha insalvable entre Podemos y Sumar (la nueva marca de Yolanda Díaz). Pero ya lo vimos cuando Errejón decidió fundar Más País.
Sin embargo, esto no es solo exclusivo de las formaciones de izquierda. Olona, en un afán por no querer apearse del carro de la arena pública, sigue dando titulares para no perder su presencia en medios. Una guerrita, que por los liderazgos hiper masculinizados de ese partido, se torna cada día más cruda. Ya no solo se acusan de nazismo entre ellos, ahora la ex de la ultraderecha realiza acusaciones sobre la presunta financiación irregular de Vox. Y de ser ciertas, tenemos a una abogada del Estado que en vez de poner en conocimiento de la justicia esas inculpaciones, se dedica a emplearlo como baza televisiva. Telita.
Por su parte, las formaciones del bipartidismo tienen mejor aprendida la lección: los trapos sucios se lavan en casa. Y el alumno aventajado es el Partido Popular. Lo hemos visto en Salamanca con aquellos “ocho díscolos” que pretendían relevar a la actual ejecutiva.
Aquel conato de ultraje tuvo las patas cortas. Sus ejecutores o han vuelto al redil o se saben defenestrados. Otros aires bien distintos soplan en el PSOE de Salamanca.
La guerrita abierta entre Serrada y Mateos está servida. Y ya es imposible guardar los trastos debajo de la alfombra. Habrá que esperar si el conflicto se cobra alguna víctima o si directamente hay quien opta por “el método Bautista”, quien, por cierto, a estas alturas ya debe de tener todo preparado para su nueva candidatura.
En fin, la lucha de egos es lo que tiene. Y mientras unos se creen imprescindibles, la inmensa mayoría, los que sí somos prescindibles, seguimos sin llegar a creernos que para que haya sufragio pasivo, tiene que haber sufragio activo.
Es decir: nosotros somos los que con nuestros votos decidimos quien queremos que gobierne. Y aunque la fiesta de la democracia no sea como las fiestas de tu pueblo, la política al final es como una peña: algo común para el bienestar de todos.
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