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No sé qué tiene el Día Internacional de la Mujer que últimamente pone nervioso a todo el mundo. Y a algunos les da por inventar paridas para parecer el tipo más feminista de Eurasia. Es el caso de nuestro presidente del Gobierno, quien acaba de ... sacarse de la manga una Ley de Paridad con la que intenta lavar su imagen ante el sector femenino después de su gran fiasco con la ley del “solo sí es sí”.
La norma se aprueba hoy mismo en el Consejo de Ministros y obligará, por ejemplo, a los partidos políticos a elaborar ‘listas cremallera’ para las próximas elecciones, es decir, candidaturas en las que se alternarán hombres y mujeres. También deberá haber paridad en el propio Consejo de Ministros, en los consejos de administración de las grandes empresas, en las juntas de gobierno de los colegios profesionales y en los jurados de reconocimiento público a personalidades. “Habrá gente que piense que es una medida desproporcionada, pero a nosotros nos parece simple y llanamente de justicia”, sentenció Pedro Sánchez ante su entregado auditorio tras lanzar su ocurrencia.
Pues efectivamente, señor presidente, yo soy uno de esos que piensa que este proyecto de ley para la representación paritaria en los centros de decisión es una memez. Y es más, considero que con él se hace un flaco favor a las mujeres.
Las sandeces que haga en su Consejo de Ministros ya me dan absolutamente igual. El género no marca la sobrada incompetencia en las decisiones de la mayoría de ellos. Y prefiero pensar que la ministra de Igualdad, Irene Montero, entró en este órgano ejecutivo no por formar parte de una cuota sino por su valía profesional y su enorme capacidad. Aunque a veces dudo.
Pero que una gran empresa, que debe reportar beneficios cada año a sus accionistas, esté dirigida por hombres y mujeres a partes iguales no lo termino de digerir. En mi casa, en esta Gaceta de mis entretelas, trabajan más mujeres que hombres sin que en los procesos de selección se tenga en cuenta el género sino simple y llanamente la valía profesional de la persona para ocupar un puesto de trabajo. Y lógicamente algunas de ellas ocupan cargos de responsabilidad no porque haya que meterlas con calzador en esos puestos de dirección sino por su contrastada competencia. Todas ellas han llegado a donde están y seguirán creciendo por sus méritos, no por una ley que insulta su buen hacer.
Tampoco podría entender que en un colegio profesional de ingenieros, una profesión en la que las mujeres no llegan al 20 por ciento, la directiva tenga que ser paritaria. Lo mismo ocurriría, pero al revés, con los colegios de enfermería.
Por eso, ¿qué necesidad hay de imponer normas de este tipo que, en aras a una discriminación positiva ya superada, convierten a las mujeres en meros instrumentos simplemente por el hecho de ser mujeres? Creo que a nadie le gusta ocupar un puesto por una cuota impuesta, como si fuera un enchufe gubernamental. Imagino que todo el mundo, sin importar género, prefiere ser reconocido por su idoneidad para desempeñar un trabajo.
Después de la desesperada medida anunciada por el presidente a unos días del 8-M, vamos a tener que hacer caso a Isabel Díaz Ayuso y convertir en paritario el gobierno municipal de Salamanca a través de la autodeterminación de género. Empezaremos a llamar Fernanda Rodríguez -que me perdone la broma- al tercer teniente de alcalde y concejal de Hacienda, Régimen Interior y Contratación. Así serán siete y siete y Pedro Sánchez podrá dormir tranquilo porque con su estupidez habrá pasado a la Historia.
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