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LE escribo estas líneas desde la Comunidad Valenciana con el sonido de las olas de fondo y la caricia de la brisa del mar. En este segundo verano pandémico ya he pisado Asturias, Castilla y León, Madrid, Andalucía y he cometido la frivolidad o la ... falta de previsión de no consultar las restricciones que hay en cada una de esas regiones antes de llegar. Lo siento, pero en mi caso, la desconexión de la actualidad, también forma parte del asueto aunque suene un punto rebelde.
Si le digo la verdad, los cambios de geografía en los aforos, las reuniones o los horarios apenas se notan en las calles, aunque sobre papel sean las únicas herramientas en manos de las Comunidades Autónomas, para seguir luchando contra la expansión del virus. El resto, las importantes, están en manos de los jueces, después de que nuestros legisladores se hayan vuelto a ir de vacaciones sin poner cordura legal a este año y medio de restricciones por municipios, áreas sanitarias, comunidades, regiones o bloques de vecinos.
Sí se notan los cambios de territorio en el uso de la mascarilla. En el norte y en el centro la sigue utilizando la mayoría, mientras que en el sur y en la costa hay muchos más desinhibidos. Aquí, por ejemplo, en la costa de Valencia, tienen activo el toque de queda, por municipios. Me enteré la otra noche cuando un camarero nos pidió que acabáramos la consumición, porque se tenía que ir a casa para que no le multaran. Hasta ese momento, nada en la calle parecía indicar que sufrimos una nueva ola de una pandemia.
Así seguimos a estas alturas del año, en las que le confieso me imaginaba escribiendo en otro escenario. Pensaba que el avance de la inmunidad nos habría devuelto una vida mucho más parecida a la de antes. Y sin embargo, vuelvo a tener noticias de contagios en mi entorno y de algún ingreso hospitalario. Las cifras no engañan, aunque la vacuna haya conseguido el milagro de eliminar el miedo a la gravedad.
Ese es el espejismo de este verano. A un lado, la falsa sensación de inmunidad generalizada y al otro, los datos. El precipitado fin de la mascarilla, la subestimación de la variante delta, la falta de marco legal, el desgobierno central y el enjambre de decisiones autonómicas, la relajación individual y la fatiga pandémica nos han metido en esta nueva ola, que sigue sin dejarnos ver el horizonte final. La gran ventaja es que ahora sí sabemos que la vacuna va evitar el colapso sanitario. La ciencia ha cumplido su misión y la nuestra sigue siendo no perderle la cara al virus, aunque sepamos que ya no puede hacernos tanto daño.
Espero poder escribirle el año que viene, por estas fechas, de esas otras olas que ahora miro embobado, mientras escucho su relajante sonido. Confío en hablarle entonces solo de los vaivenes del mar en presente y usar el pasado para recordar las otras olas del virus que solo nos vienen a ahogar.
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