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EN una sociedad gobernada con pulso de hierro por el análisis de brocha gorda y el postureo rampante, todos los que estamos en la burbuja ... mediática sabemos que ya no solo es importante el qué, sino el cómo. Es más, las formas mandan, lo son todo. Si el ministro Garzón hubiera argumentado con un análisis más técnico la conveniencia o no de las cuestionadas macrogranjas, sus declaraciones, más allá de abrir un interesante y oportuno debate, hubieran caído en la más absoluta inocuidad.
Pero la querencia de algunos políticos a utilizar un discurso más radical y desbordado por palabras peligrosas para manejarlas sin criterio provoca que te enfangues hasta el cuello por meter expresiones como “animales maltratados” y productos “de peor calidad” en una reflexión sobre la ganadería en tu país.
Ciertamente, no se puede acusar al titular del NOministerio de Consumo de incoherencia. Defiende lo mismo ahora que cuando vestía con la chapa de Izquierda Unida, pero no es lo mismo. Ahora es el altavoz de todo un país, también de las empresas españolas que luchan por mantenerse a flote en un Reino Unido que se ha encarecido con el Brexit y a las que ha puesto a los pies de los caballos. Alguno de sus incontables asesores bienpagaos le podrían haber aconsejado que amplíe el foco y el discurso, que abandone ese frenético impulso suyo de meterse en charcos desde que accedió a la poltrona ministerial y que empatice más con sectores fundamentales de la economía nacional.
Hace tiempo que el señor Garzón no va en pantalones cortos por la política española, lo suficiente para calcular la dimensión de una metedura de pata de este calibre. A la oposición le da balas y cañones como para conquistar El Álamo, también a su socio de gobierno, el PSOE, que ha encontrado en sus palabras una vía de escape a sus pesares e incluso un argumento electoral en Castilla y León, de ahí el tono contundente de Tudanca. Por no hablar del enfado de un sector primario harto de injerencias de la clase política en su ya más que complicado día a día.
Concluyamos pues que el NOministro lo ha vuelto a hacer. Enfadar a casi todo el mundo sin sacar rédito de ningún tipo. Más le valdría dejar aparcada su versión opinadora y plantearse lo de gobernar dentro de sus competencias, por ejemplo, para que los consumidores podamos diferenciar los productos que llegan de la ganadería intensiva. Menos lirili y más lerele, y cuidando las formas.
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