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En esta España que contiene el aliento detrás de una mascarilla nos ha surgido un rebrote populista que parece difícil de controlar. Ya se dispararon los contagios en las primeras semanas del estado de alarma en el Palacio de la Moncloa, acuérdese. Lo que era ... mucho más difícil de prever es, que pocas semanas después, surgiría un rebrote populista nacido de escupir a periodistas desde la misma sede del Gobierno.
El espectáculo lo ha vuelto a dar Pablo Iglesias, ese republicano con alma de rey absoluto que no sabe guardar las distancias del cargo. El vicepresidente habla de los poderosos como si él mismo no formara parte del poder y como si los demás no nos diéramos cuenta.
Le suele ocurrir a todos los del discurso fácil y más cuando se acercan las urnas o cuando tienen algún problema serio. Y en esta ocasión, en el camino de Iglesias, se han juntado las dos cosas. Por un lado se acerca el veredicto ciudadano en el País Vasco y en Galicia. Y, por otro, viene algo mucho más importante para él, una investigación judicial abierta que le sitúa en el centro de las cloacas de su propio partido.
Lo definió perfectamente Carlos Alsina en Onda Cero: “En la cabeza de un fanático sólo hay dos tipos de periodistas: los que le resultan útiles y los que les estorban”. Los segundos son muchos para Iglesias porque al vicepresidente le molesta profundamente todo aquello que no puede controlar. De ahí su obsesión con los medios de comunicación y con la Justicia.
Ahora mismo el verdadero problema de Iglesias no somos los periodistas, aunque llame a “naturalizar” el insulto contra nosotros. Los informadores solo somos el señuelo para intentar desviar la atención del robo de la tarjeta con mensajes y fotos comprometidas, para él y para su partido que al final son lo mismo. Los nervios del vicepresidente, vestidos de aparente calma, vienen por esa investigación judicial en la que entró presentándose como víctima y de la que puede salir imputado. Un juez quiere saber ¿por qué guardó durante meses una tarjeta robada y por qué acabó dañada en manos de su propietaria? Hasta ahora su única explicación es que fue para “proteger” a la entonces ex asesora, amiga y hoy también directora del periódico digital del partido. Pero así es difícil convencer a un magistrado. Así que llegados a este punto, bastaría con decir la verdad si no se tiene nada que ocultar para sacudirse la culpa. Eso es lo que haría cualquier inocente, en lugar de acusar a los periodistas de urdir una trama para presentarse otra vez, como víctima.
Así que, para acabar, señor Iglesias, le voy a recordar una frase de un maestro de informadores, ahora que le veo tan preocupado por mezclar nuestro oficio con sus cloacas. Decía Ryszard Kapuscinski que “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse.” Y en ello andamos... señor vicepresidente.
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