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La serpiente de verano este año iba a ser un cocodrilo. Lo cual me lleva a cuando de chiquillos inventábamos palabras, entre graciosas e ingeniosas, ... tales como “cucudrulu”. Ahora tenemos cocodrilos en el diccionario, pero no en el Pisuerga. Hay un libro, coordinado por mi admirado colega de la facultad de Filología Julio Borrego, que lleva por título, precisamente, Cocodrilos en el diccionario, y se publicó bajo los auspicios del Instituto Cervantes. “Superguay, superchulo, tía”, que diría esa eminencia gris podemana que empolla un ministerio desde el que se desparraman off the record vulgaridades gramaticales que ponen “los pelos de gallina”. Recomiendo la lectura del volumen de Julio y sus colaboradores para quienes deseen conocer los derroteros por donde transita el cada vez más deteriorado idioma español. Aunque nada sorprende ya en un contexto como el político, donde eximias figuras a medio camino entre los canis pijiprogres y las chonis anarcohippies, entre amigovios y follamigos, agreden sin piedad la lengua que deberían respetar. Y de la que viven.

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lagacetadesalamanca Lágrimas de cocodrilo