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He entregado una parte de mi diaria rutina a la Wikipedia. Escucho a los músicos que nacieron en el día –hoy, por cierto, Aretha Franklin ... y Elton John, fiesta mayor—leo algo del escritor citado -este miércoles toca Espronceda, luego le cuento—y si menciona algo de comer –este 25 de marzo es el Día del Gofre—allá que me lanzo como si no hubiera un mañana, que lo hay, y está cerca. He encontrado gofres en el súper y me los prepararé con mermelada de naranja amarga, aunque luego tenga que ampliar mi rato de ejercicios físicos. El gofre es un invento belga, aunque hay países que han hecho sus propios gofres, cuyo origen es posible encontrar en el uso de planchas en la cocina y repostería medieval, por ejemplo, para hacer obleas. Ahí lo dejo para los modernos.
Un día como este, 25 de marzo, de 1808 nació José de Espronceda, que es autor de “El Estudiante de Salamanca”, que todos los salmantinos deberíamos haber leído: hoy es el día para ello, si no lo ha hecho, porque el libro se lee rápido y además está accesible en internet. Venga, que puede. Al principio se cita la calle del Ataúd, que se corresponde con la actual calle del Jesús, y leerá la razón de este nombre: un cristo que había en ella y cuya lámpara que le alumbraba era la única luz en toda la calle, por lo demás ancha por un extremo y estrecha por el otro, como un ataúd. Por estas ocurrencias les daba antes a nuestros bisabuelos. También por echar abajo arcos, como el que tenía esta calle en el siglo XIX por la entrada de la Rúa. Por lo demás, el protagonista, Félix de Montemar, estudiante en Salamanca, aunque más del juego y la buena vida que de otra cosa, es una especie de Tenorio, que no va a terminar bien y ahí lo dejo, que no es plan reventar el final. Una obra muy querida por la alta sociedad salmantina de entonces, que la representaban a la primera oportunidad, según leo en viejos (y queridos) papeles. El santoral del día recuerda la anunciación a María, así que buen día para visitar –si se pudiera, claro—el convento de la Anunciación, o sea, las Úrsulas, para ver en el retablo de su iglesia la escena del anuncio por parte del ángel, que también se ve en la Catedral Vieja o la Purísima, por ejemplo. Por delante de las Úrsulas discurre un paseo unamuniano, flanqueado entonces por negrillos ya extintos, cuya sombra daba “frescura a la tierra calcinada de los días caniculares”, escribió Juan Domínguez Berrueta en su “Salamanca guía sentimental”, abuelo de mi tocayo Santiago, compañero de añorados desayunos cuando antes del aislamiento en la calle del Brocense, con otros habituales. Domínguez Berrueta tiene calle dedicada entre el patio de las Adoratrices y el Campo de San Francisco y tengo entendido de que convenció al ayuntamiento de Francisco Bravo (1942) de que la Rúa recuperase su denominación medieval de Rúa de los Francos y que no toda la Gran Vía fuese calle España, que una parte fuese de Ramos del Manzano.
Como ve, la wiki me da vidilla. No me salva la vida, pero organiza una parte de mi día y me entretiene antes de la cita de las ocho, cada vez más necesaria, porque es también un recuento y un grito de que seguimos aquí, aunque abrumados por las cifras y las noticias, y abducidos por memes y memeces, que recomiendan ponerse la ropa de antes del aislamiento porque la holgura del pijama es traidora. Es una advertencia para el día después de la gran salida, a ver si los pantalones de antes no nos sirven. Por cierto, haga planes porque ya queda menos para ese día, y si ve que tal, póngase a dieta.
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