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Hasta que Javier Iglesias le dio el sí quiero a Alejandro Martín, este había llevado la voz cantante en el pleno de constitución ... de la nueva corporación provincial. Con la tranquilidad que da el saber qué hay que decir y hacer en cada momento, o sea, dominando la escena. No era su primera vez. El secretario de La Salina lo es desde hace varias legislaturas y en estas ceremonias tiene la sartén por el mango, es el amo del cotarro, el director de orquesta. Al menos hasta que el nuevo presidente se sienta en su sillón y da la palabra. Toda la ceremonia está tan pautada como la investidura de un papa, pero tiene un punto de incertidumbre y suspense cuando el secretario pregunta si alguien conoce algún impedimento, que recuerda a la fórmula nupcial. Al fin y al cabo, también hay un sí quiero, que es el que le da el futuro presidente al secretario cuando este le pregunta si acepta o no el cargo. Imagine que en el último instante dice que no. Bueno, pues en este caso todos miraríamos al secretario, y que fuese lo dijera.
Tras hacer mutis por el foro el maestro del ceremonial, hablaron los políticos y la despoblación pasó a dominar la escena delante de un patio de butacas con familiares de diputados a un lado y representantes sociales, en otro. Unas filas más delante de mí estaba Ana María Suárez, un poco más allá a Carlos García Carbayo y en una esquina, cerca de una salida, Alfonso Fernández Mañueco, que como aún no es presidente de la Junta ocupaba un lugar menos destacado. Como en el parchís, avanzará y se comerá unas cuantas fichas en el camino que marca el protocolo. Hubo ausencias muy significativas, aunque quizá es que mi radar no detectó su presencia. Chabela de la Torre, por ejemplo. Paco Martín del Molino, también. Y sin embargo tuve a mi lado a Carmen García encajada entre informadores. Con el barullo final no pude preguntarle por la masculinidad de una institución en cuya leyenda late la figura de la “Salina”: esta corporación cuenta con cinco mujeres de veinticinco miembros. Si hay algún acuerdo será gracias a ellas. Que una mujer, Carmen Ávila, abriese la votación de presidente, y otra, Miriam Tobal, la cerrase, daba una imagen engañosamente femenina de la Corporación. Cinco de veinticinco.
La despoblación tomó la escena. Tengo la esperanza de que poco a poco hablemos más de repoblación, como Víctor García de la Concha, don Víctor, la tiene de que el español sea más respetado en Estados Unidos, y uno de que la reaparición de Jesús Gil en las sobremesas y revistas no sea una beatificación mediática de personaje y sus apóstoles marbellíes, a algunos de los cuales conocemos muy bien. Aquella Marbella de Pedro Román e Isabel García Marcos, por ejemplo, que no encajan en el “Siempre picaros” de López Antuñano y Sayagués, obra que protagoniza gente que fue pícara por supervivencia más que por codicia, como los pícaros de hoy. No llamaría a Guzmán de Alfarache o Lázaro de Tormes delincuentes, como lo fueron los “malayos” que ahora reconquistan nuestra sobremesa. En fin, ver cómo sus señorías lidian con esa despoblación que vacía nuestra provincia y han fijado como la clave de esta legislatura iniciada en uno de los patios más hermosos de Salamanca.
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