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IMPRESIONA escuchar otra vez las sirenas de la guerra en la Europa del siglo XXI. Estremece ver los cadáveres de los soldados sobre la nieve, las hileras de tanques, el avance de los blindados, las barricadas improvisadas con sacos o las explosiones que siembran la ... muerte indiscriminada allá donde caen. A estas alturas creíamos que el mundo era lo suficientemente civilizado, como para que esas escenas estuvieran reservadas al blanco y negro de los libros de historia. Parece mentira que hayamos sido capaces de desarrollar tantos avances tecnológicos y que, en otros campos, no hayamos evolucionado absolutamente nada. El ser humano sigue persistiendo en algunos de los errores que nos llevaron a dos guerras mundiales en el pasado. Uno de los más graves fue y es, dejar que haya descerebrados dirigiendo los países con más poder militar del planeta.
Las guerras no las gana nunca del todo nadie, aunque en el final del relato siempre suela haber un vencedor y un vencido. Y en la vergonzosa, obscena, inmoral y homicida invasión de Ucrania vamos a perder casi todos. Por supuesto que los que más pierden son los habitantes de aquel país. Los que se queden verán mermados sus derechos y sus libertades. Y los que se han ido habrán tenido que renunciar a sus vidas por el capricho de un criminal apellidado Putin. También pierde el pueblo ruso, que sufrirá las consecuencias de las sanciones y el bloqueo en forma de más pobreza, aunque eso le dé igual a su tirano presidente. Pierde Occidente que ha sido incapaz de sujetar a un déspota que nos amenaza a todos. Y perdemos todos los ciudadanos de a pie, que sufriremos en los próximos meses una nueva crisis de precios, que va a trastocar la recuperación tras la pandemia.
Sin embargo, en este conflicto hay una cierta victoria de los que presumiblemente acabarán vencidos y una gran derrota de los que posiblemente acabarán ganando en el terreno militar. La dignidad del pueblo ucraniano, de su presidente y la resistencia de la población civil han convertido a este país en una referencia heroica para el mundo entero. Ya han ganado la batalla de la razón, frente al odio, al miedo o a la imposición.
Y la derrota moral es para el invasor, que militarmente tiene todas las de ganar, pero que ya ha perdido la guerra del relato ante el mundo entero. Los rusos vencerán, pero no convencerán a nadie. Putin se está quedando solo con su ejército. Puede que acabe dominando las instituciones, pero será difícil que doblegue al pueblo ucraniano o que modifique el rechazo generalizado en la opinión pública mundial.
Hacía años que no había tanta unanimidad en el mundo entero para calificar un acto bárbaro. Los intereses egoístas de cada país solían romper las grandes alianzas. En eso sí parece que hemos evolucionado algo con respecto al siglo pasado. Y esa es ya, pase lo que pase, la gran victoria de los perdedores.
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