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Me pregunto si de nuevo tendremos que hacer acopio de papel higiénico y harina. Si otra vez hemos de quedarnos en casa y reunirnos virtualmente ... con familiares y amigos. Y si otra vez toca correr por el pasillo y salir al balcón a respirar el aire de la superficie como las ballenas. Nos va a saber a poco la nueva normalidad y nos vamos a cansar de doblar la curva cada poco tiempo por culpa de los contagios. Produce miedo el incremento de las cifras que se anuncian y van en aumento, pero también la contundencia de nuestro directorio sanitario al que no le temblaría el pulso si hubiera que ordenar un nuevo confinamiento. Ya hay sectores, como la hostelería, y localidades, como Aranda de Duero, que conocen cómo se las gastan Igea y Casado, así que no podremos decir que no estamos avisados y más nos vale ponernos la venda antes de recibir el coscorrón. Tenía la esperanza de que la tecnología ayudase antes de la llegada de la vacuna, pero no lo veo. Le he preguntado a Juan José Sánchez, uno de nuestros concejales tecnológicos, y no he detectado mucho entusiasmo en él. Supongo que Juanma Corchado, nuestro hombre startup, tenga más fe. El caso es que de vez en cuando se nos habla de una aplicación que localiza y avisa, pero al final son los rastreadores, los sabuesos de la sanidad, los que localizan la pieza contagiada. El factor humano, aunque con olfato canino. No queda sino lo que estamos haciendo y tener paciencia en la sala de espera de la vacuna, que, por cierto, no todos quieren recibirla los primeros. Ay, qué poca fe.
Y aquí estamos, a las puertas del fin de semana de San Lorenzo, con sus lágrimas y su parrilla, patroneando a nuestros cocineros y cocineras, que pasan sus calores por tener el fuego cerca. La palabra cocinero proviene de la latina coquinarius, que se refiere al que pertenece a la cocina, donde trabajaba la madre de Lázaro de Tormes, como consta en el “Lazarillo”, guisandera, además, de estudiantes; y cocina en la que mandaba Domingo Hernández de Maceras, cocinero colegial, con mucho estilo, que publicó “Libro del Arte de Cozina”, recetario que tuvo su alcance. Un influencer, diríamos hoy, cuando contamos con una nómina de cocineros y cocineras extraordinaria, como hay en pocas ciudades españolas, en la que se combina la veteranía de los mayores con la osadía de los jóvenes, que no paran de innovar. Desde aquí les digo que vendrán tiempos mejores. Como ocurre en otras ocasiones hago memoria de algún Lorenzo en nuestra cocina y solo me sale Jorge Lorenzo, que lleva al santo por apellido. Será verdad aquello de que en casa del herrero cuchillo de palo. No me atrevo a señalar al decano o decana de nuestras cocinas, pero tengo a varios en la cabeza, pero aquí lo dejo, felicitando al gremio por adelantado y animando a los aprendices a que sean atrevidos sin perder las raíces.
Observando el catálogo de propuestas culturales y de ocio atisbo cierta normalidad más que nueva normalidad. Casi no hay nada festero, pero por ahí andan los Saldaña, Mayalde, el Trío Contrastes, José Ramón Cid y Manuel Gutiérrez, Mari Gago, Rosa María, Luis Dalda... que vienen a refrescar con su arte este extraño verano. Celebremos su presencia y de paso la reapertura de los cines en el “Tormes” después de importantes mejoras. El cine. Me dicen Mari Luz y Juan Heras que siempre es necesario y hoy más que nunca. Sin duda. Tan necesario como un buen cocinero y una vacuna anti COVID19 ya. Que nos confinan.
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