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Me pregunto si de nuevo tendremos que hacer acopio de papel higiénico y harina. Si otra vez hemos de quedarnos en casa y reunirnos virtualmente ... con familiares y amigos. Y si otra vez toca correr por el pasillo y salir al balcón a respirar el aire de la superficie como las ballenas. Nos va a saber a poco la nueva normalidad y nos vamos a cansar de doblar la curva cada poco tiempo por culpa de los contagios. Produce miedo el incremento de las cifras que se anuncian y van en aumento, pero también la contundencia de nuestro directorio sanitario al que no le temblaría el pulso si hubiera que ordenar un nuevo confinamiento. Ya hay sectores, como la hostelería, y localidades, como Aranda de Duero, que conocen cómo se las gastan Igea y Casado, así que no podremos decir que no estamos avisados y más nos vale ponernos la venda antes de recibir el coscorrón. Tenía la esperanza de que la tecnología ayudase antes de la llegada de la vacuna, pero no lo veo. Le he preguntado a Juan José Sánchez, uno de nuestros concejales tecnológicos, y no he detectado mucho entusiasmo en él. Supongo que Juanma Corchado, nuestro hombre startup, tenga más fe. El caso es que de vez en cuando se nos habla de una aplicación que localiza y avisa, pero al final son los rastreadores, los sabuesos de la sanidad, los que localizan la pieza contagiada. El factor humano, aunque con olfato canino. No queda sino lo que estamos haciendo y tener paciencia en la sala de espera de la vacuna, que, por cierto, no todos quieren recibirla los primeros. Ay, qué poca fe.

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lagacetadesalamanca La venda y el coscorrón