Borrar

Hoy se debate en el Parlamento la última entrega del estado de alarma. Parece que fue ayer y ya ve. Será una entrega con alivios, ... que ya está el personal harto, y el virus va con sofocos por el calor y las mascarillas. La última inyección, que siempre se recibe hasta con cierta alegría. Lo conté hace tiempo, cuando era crío tenía en el barrio un practicante de nombre Eliseo Carrascal, del que huíamos los chavales conociendo muy bien sus herramientas de trabajo, tan desconocidas para los jóvenes de hoy porque tengo la impresión de que ya no se “recetan” inyecciones. Llegaba don Eliseo a casa y desplegaba su instrumental en la mesa camilla a la vista del sentenciado, que se ponía en el papel de quien caminaba al cadalso mirando de frente a la guillotina; después, la víctima, con más o menos resistencia, mostraba una parte de la nalga correspondiente y zasca; par en lo alto. Los médicos no recetaban una inyección, sino cuatro o seis, así que el alivio llegaba con la última. Pues en eso estamos, en la última entrega del estado de alarma, que vació calles, cafés y bares, restaurantes, teatro y cines, museos y salas de exposiciones...dejó a la ciudad como un hospital robado, acantonada, igual que si hubiese echado el cierre a las puertas de su muralla, y nos plantó mascarillas y un nudo en el estómago hecho de cifras diarias y lágrimas negras. El año pasado, conocí a Eliseo Carrascal Marino, hijo de don Eliseo, el practicante, que ha sido profesor de Anatomía e Histología en la Facultad de Medicina, y participaba en el ciclo cultural del Colegio de Médicos, y le relaté cuánto trabajo di a su padre, porque cuando no me daba por echarme cemento en los ojos metía una horquilla del pelo en un enchufe de la luz, que entonces era a 125, menos mal. De cortes y piteras ya no hablamos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Sigues a Santiago Juanes. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca La última inyección