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La Perla del Caribe, la isla del son, los puros habanos, los cayos, Martí, Lezama Lima y la Bodeguita del Medio (donde Hemingway trasegaba mojitos), ... la isla en la que en 1492 desembarcó Colón y que siglos después daría nombre al popular cubalibre, también llamado cubata por nuestras generaciones actuales o roncola en otros ámbitos sudamericanos, es hoy un infierno. Dicen los entendidos que el cubalibre se remonta a las lejanas y tristes fechas de 1898, cuando Estados Unidos nos ganó la guerra –hizo que Cuba fuera “libre”-- y, al mismo tiempo, introdujo la bebida de cola (antes zarzaparrilla) en ese paradisiaco lugar también denominado “la llave del Golfo de México”. La idea de añadir ron a la cola debió de caer por su propio peso, habida cuenta de la profusión de destilerías y la ingente cantidad de plantaciones de caña que surtían a los ingenios azucareros. Años más tarde, los mismos norteamericanos “liberadores” de la última colonia española introducirían también las primeras guaguas (Wa & Wa Co. Inc.) para el transporte colectivo.

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