La pérdida de un hijo
Jueves, 28 de abril 2022, 05:00
Secciones
Destacamos
Jueves, 28 de abril 2022, 05:00
Los hechos no desaparecen cuando dejan de ser nombrados. La realidad no se disipa cuando se queda sin vocablo. Sin embargo, sabemos que ese vacío ... lingüístico resulta tentador. A veces su motivación es torticera (como cuando el discurso político elude el nombre auténtico de las cosas, tratando así de engañarnos) y en ocasiones su propósito es sobradamente humano y comprensible (como en el caso que a continuación comento).
La pérdida del cónyuge hace enviudar; y cuando un menor de edad pierde a su madre o a su padre, le alcanza la orfandad. Es decir, contamos con significantes para expresar esas realidades. Por el contrario, en la mayoría de los idiomas no existe un término con que referirse a esa madre o ese padre que han perdido a su hija, que han perdido a su hijo. Un reciente libro, “Vivir con nuestros muertos”, repara en ese absentismo léxico. Su autora, Delphine Horvilleur, explica: “Es como si, al evitar nombrarla, la lengua creyera poder descartar la experiencia, como si por superstición nos asegurásemos de no hablar de ello para no arriesgarnos a provocarlo”.
Esa palabra sí existe en hebreo, nos añade Horvilleur, y se ha originado a partir de una imagen vegetal: “(...) la de una rama amputada de su fruto, o la de un racimo al que le han arrancado las uvas”. Por ese progenitor sigue circulando “la savia”, pero esa savia “ya no tiene adónde ir, y el brote se seca porque un pedazo de su vida lo ha abandonado”. Metáfora desbordante de tormento. Metáfora cargada de belleza. Y a pesar de esa triste hermosura, la metáfora no es justa con quienes sufren lo descrito. Muchos progenitores sí han sabido encontrar fuerza revitalizante y ejemplificadora. Fuerza como para transformar su dolor en otra sabia savia, que ayuda a su alrededor y presta su impagable servicio.
Consulto a Santiago García-Jalón, amigo y catedrático de Filología Hebrea en la UPSA, y me cuenta que como transcripción de ese concepto él optaría por “sjol” (para citar al padre que se ha quedado sin su fruto) y por “sijlá” (para aludir a la madre que ha sufrido similar trance). Con sigilo y respetuosa discreción, vaya desde aquí mi humilde reconocimiento a esos padres y madres. Y por las fechas en las que estamos, en vísperas del Día de la madre, acabo mencionando de nuevo a ellas.
No hay situaciones equiparables a ese inefable supuesto que el hebreo sí se atreve a designar. Hoy, y siempre, es de justicia recordar a las madres que lidiaron y lidian con ese imperecedero desgarro. Madres que seguirán siéndolo de por vida, aunque el infortunio, la enfermedad, la guerra, u otros mil ropajes con que se disfraza la desdicha... arrebatasen ese todo que conformaba su criatura.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Óscar Sánchez Alonso. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Debido a un error no hemos podido dar de alta tu suscripción.
Por favor, ponte en contacto con Atención al Cliente.
¡Bienvenido a LAGACETADESALAMANCA!
Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente, pero ya tenías otra suscripción activa en LAGACETADESALAMANCA.
Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo para analizar tu caso
¡Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente!
La compra se ha asociado al siguiente email
Necesitas ser suscriptor para poder votar.