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No hay que vender la piel de Sánchez antes de cazarlo en las urnas. El sanchismo tiene siete vidas como los gatos y puede resucitar ... a nada que sus enemigos se duerman en los laureles, o lo que es peor, se distraigan en guerras fratricidas y estúpidas.
Desde los fusilamientos del pasado 4 de mayo, cuando las bayonetas electorales de Ayuso dieron cuenta de las huestes del PSOE y de Podemos, todas las encuestas fiables (las del CIS están excluidas, por supuesto) le vienen dando la victoria al PP sobre los socialistas, con la perspectiva de una mayoría absoluta bastante firme si suma los escaños de Vox. Parecía que, por una vez, los electores le habían tomado la medida al mentiroso patológico Sánchez y estaban abandonando en masa las filas de los adeptos al socialismo. La recuperación en ciernes de la economía no lograba compensar las barrabasadas de un presidente entregado a los brazos de los golpistas catalanes y los proetarras vascos.
Pero hete aquí que a Casado, a su asesor áulico para los lanzamientos de pipos y a otras ilustres cabezas pensantes de Génova 13, se les ha ocurrido montar una batallita contra Isabel Díaz Ayuso, héroe de la batalla contra el sanchismo-comunismo y todo el castillo de naipes de la mayoría de centro derecha se ha venido abajo. La encuesta que publicaba ayer este periódico recogía negro sobre blanco el dañino efecto del rifirrafe madrileño: el PP cae dos puntos respecto a julio y el PSOE crece otro 2%, de manera que la diferencia de cuatro puntos se diluye y ambos estarían ahora empatados a intención de voto.
Nunca he acabado de entender esta manía de los dirigentes de los partidos por laminar cualquier intento de oposición interna, pero lo cierto es que se trata de una práctica tan extendida que podría considerarse norma de hierro en todas las formaciones. Desde el PSOE a Podemos, pasando por supuesto por Cs y PP, la persecución a quien ha estado en el otro bando en unas primarias se practica sin piedad. Y lo mismo vale para quien se atreve a hacerle sombra al gran jefe, aunque solo sea una posible competencia en un futuro lejano. Es el caso de Ayuso, amiga y compañera de fatigas de Casado, pero con una trayectoria de signo tan ascendente que mete miedo y en Génova prefieren pasar el bochorno de cerrarle la puerta a la presidencia del PP madrileño que arriesgarse a tenerla un día como competencia en la candidatura a la presidencia del Gobierno. Todavía no se han dado cuenta de que a Ayuso le deben el resurgir de la ilusión por el PP, al menos por un PP valiente, liberal y antisanchista como el madrileño.
El afán de venganza de Casado y su entorno ha sido patológico desde que ganaron las primarias. En Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco ha venido sufriendo en silencio sus intentos por hacerle pagar el haberse alineado ‘con el enemigo’ durante esas primarias, hasta que a la vuelta de tres años los ‘genoveses’ se han convencido de que deben contar con él para ganar las próximas elecciones autonómicas. Eso sí: ya veremos si no vuelven los roces cuando la pareja Pablo-Teodoro ordene a su conveniencia la celebración de elecciones anticipadas en la Comunidad. Quizás a Mañueco no le cuadre en ese momento y ya tendremos el lío montado otra vez.
Casado debería aprender de Sánchez a la hora de soltar lastre. Parecía una tontería el cambio de ministros, porque tras unos inútiles llegaban otros más torpes todavía, pero ahora que comienza el desfile de responsables por los juzgados (casi todos ex) se entiende la jugada. El líder del PP tiene la oportunidad de corregir el tiro en la convención del 2 y 3 de octubre. Aparte de una imprescindible consolidación ideológica (Casado debe decidir de una vez por todas qué quiere ser de mayor), de la convención debería salir un cambio de caras y de estrategia. A ver si se concentran en combatir al sanchismo y no a los suyos.
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