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La obra de la calle Álvaro Gil -que no se trata precisamente del Paseo de la Castellana- tiene partida en dos la normal movilidad de ... Salamanca desde hace ¡siete meses! y es fiel ejemplo de la época del “todo vale” que nos toca vivir: ineficacia técnica, ineficacia política, ineficacia burocrática, ineficacia profesional.
Y no pasa nada, el ciudadano, ya ha hecho a su papel de borrego, puede con todo, traga con todo. La cruda realidad es que nos hemos acostumbrado a que nada funcione, como mucho que lo haga a trompicones. En nuestras actividades cotidianas nuestra mayor meta de cada día ya no es el trabajo bien hecho, la satisfacción que nos construye, no, olvídense de esos preceptos “demodés” judeo-cristianos: ahora se trata de salir del paso, pues ya sobrevivir en la selva de la mediocridad es un triunfo.
Lo único que funciona es el papeleo, la burocracia del papeleo: más normas y menos agilidad, más tasas y no preguntes, más grados universitarios y menos conocimientos. Más de todo para qué. Más dinero gastado para que nada funcione y, por cierto, la crisis energética que estamos sufriendo -y lo que nos queda por ver y padecer- es todo un ejemplo de ineficiencia política y corporativa: Argelia, Marruecos, gaseoductos, Alemania, Ucrania, Gazprom, Putin, escaparates y aires acondicionados sometidos a decreto-ley... Y el ciudadano-borrego pagando obscenidades a un sistema totalmente roto y desbordado. Vivimos bajo el volcán (gracias Malcolm Lowry).
La eterna obra de Álvaro Gil no es una obra de una callecita ¿de cuánto?, ¿de trescientos metros?, es LA obra que simboliza nuestra incapacidad, una obra minada por la ineficacia de quienes tienen la obligación de velar por los intereses ciudadanos. Obligación por mandato, si es que España sigue siendo una democracia y las elecciones sirven para algo más que para hacernos perder el tiempo a quienes aún, ilusos, vamos a votar.
Todo parece pues haber saltado por los aires, y no es culpa de la civilización del espectáculo denunciada por Vargas Llosa en su ensayo del mismo nombre, sino la civilización de la decadencia puesta en marcha para beneficio de partidos y de sujetos como Zapatero, Rajoy, Sánchez, António Guterres, Boris Johnson, Macron, Merkel, Trump, Biden, Von der Leyen y muchos más.
... Y mientras el mundo se desmorona, Álvaro Gil sigue en obras.
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