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Con Bildu no vamos a pactar. Se lo repito. Con Bildu no vamos a pactar. Nosotros tenemos una línea roja, que es la defensa de ... la Constitución española. Creo que estoy siendo bastante claro. Si quiere se lo digo cinco veces. O veinte. Con Bildu no vamos a pactar”. Estos días alguien me enviaba este enternecedor documento de Pedro Sánchez emitido por Navarra TV allá por abril 2015.
Y claro, luego me salta otro del mismo canal de videos. Es de enero de 2016. El periodista Cake Minuesa, colaborador de OK Diario, interrogaba al líder socialista mientras caminan por la calle. Tras un recital con el capote apelando al profundo compromiso de su partido contra la violencia de género, el entrevistador le tiende la muleta en sorprendente cambio de tercio: “¿Me hablaría con la misma firmeza de pactar con los que no condenan los asesinatos de ETA?”. Con cara de ofendido, Pedro Sánchez responde: “Creo que esa pregunta ofende porque soy el secretario general de un partido que desgraciadamente ha sufrido el zarpazo del terrorismo”.
Un año más tarde, en rueda de prensa y ya soñando con su investidura vuelve a colárnosla: “Estoy dispuesto a reunirme con cualquiera de los partidos con representación parlamentaria, excepto con Bildu”. Y lo corrobora en septiembre, en otra rueda de prensa desde la propia sede del partido, tras las elecciones generales.
La última vez fue en julio de 2019. María Chivite, a pesar de perder las elecciones, apuraba sus opciones como presidenta. Un Pedro Sánchez, ya apoltronado en la mentira, nos disparaba con la frialdad de consumado trilero: “El PSOE de Navarra y el PSOE tenemos la misma posición, y es que con Bildu no se acuerda nada”. Obviamente, días más tarde, Chivite, gracias a Bildu, era investida presidenta.
Pero no se hagan ilusiones: Pedro Sánchez no es el único ni el más recalcitrante mentiroso de nuestra política. Sustituyan, por ejemplo, a nuestro presidente autonómico por Sánchez y a Bildu por Vox y tendrán otra colección de ejemplares documentos parecidos a los anteriores. Tratando de perpetuarse en el poder, nos mienten como bellacos con un aplomo y una naturalidad inaudita. Lo sorprendente es que nos da exactamente igual. Ahí siguen recibiendo aplausos y felicitaciones. Acaso por eso se consideran superdignos, nobles, limpios, imprescindibles.
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