Secciones
Destacamos
Hoy le voy a pedir que se pare a leer bien las siguientes tres palabras: ley de memoria democrática. Le he dicho tres descontando la preposición que sirve de muleta para conectar al resto. Cada una de ellas tiene un enorme peso por su significado. ... Si las junta es lo último que el gobierno ha pactado con Bildu y si las lee por separado, son precisamente parte de lo que la izquierda abertzale intentó aniquilar durante 40 años, a base de tiros en la nuca, bombas, secuestros y extorsión.
La ley fue uno de sus mayores enemigos y fueron la Policía, la Guardia Civil, el CNI, los jueces y los fiscales quienes consiguieron doblegarles para acabar con su dictadura del terror. Tampoco quisieron tener nunca buena memoria, para no pedir perdón y por supuesto, para no ayudar a esclarecer los crímenes que todavía no tienen un culpable. Y la democracia fue su gran obsesión. Intentaron destruirla con todas sus fuerzas y por todos los medios, para poder imponer sus ideas al resto a base de miedo.
Habría bastado con leer bien la nomenclatura de la norma para darse cuenta de lo bárbaro de pactarla con ellos. Y por si el título fuera poco, en el texto se dicen cosas como que esta ley pretende “neutralizar el olvido y evitar la repetición de los episodios más trágicos de nuestra historia”. De ahí que resulte todavía más descabellado, acordar algo así con los sucesores, amigos, familiares o cómplices del grupo terrorista responsable de uno de esos episodios.
Ahora que tienen el arma de legislar, pretenden reescribir el relato para borrar su rastro funesto y extender las sospechas sobre nuestro sistema. Y ahí es donde han encontrado la debilidad de un gobierno, capaz de extender el postfranquismo hasta los primeros años de Felipe González, a cambio de aguantar la legislatura.
Este domingo se cumplen 25 años del secuestro de Miguel Ángel Blanco. Una fecha que todos recordaremos de por vida, por traumática y por la respuesta social que hubo contra los salvajes que ordenaron su asesinato, lo ejecutaron o contra los que miraron para otro lado. Aquello fue crimen a cámara lenta para causar el mayor dolor posible.
Con motivo de la efeméride habrá un acto de Estado de recuerdo en el que finalmente sí intervendrá su hermana Marimar, a pesar de la ineptitud inicial del actual alcalde de Ermua, que lo negó por protocolo. Pero no irán algunas de las mayores asociaciones de víctimas por este último acercamiento de Bildu y el gobierno. Parece mentira, que después de tanto tiempo estemos así.
Por cierto, el día del asesinato de Miguel Ángel Blanco, Arnaldo Otegi lo pasó disfrutando de un día playa, en Zarauz. En aquellos momentos su teléfono estaba pinchado, por orden judicial, porque había sospechas de que podía saber algo y por si daba alguna pista para liberar al concejal antes de su asesinato. Hoy 25 años después se ha pactado con él la ley de memoria democrática. Precisamente con un sujeto que ni es un demócrata, ni cree en la ley, ni respeta nuestra memoria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Javier Gallego. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.