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ANDAN los autónomos de Castilla y León en los últimos meses con el complejo de alquimista subido. Buceando entre documentación para encontrar la fórmula del ... oro en su versión pandémica, es decir, las ayudas económicas de las administraciones. Tal es la maraña de condicionantes, requisitos, disposiciones, justificaciones, avales o facturas que se requerían que sólo uno de cada cinco trabajadores autónomos han ingresado algún euro de las pregonadas ayudas del gobierno que ha gestionado la Junta.
Y aunque la casuística del empleado por cuenta propia da para llenar un par de enciclopedias Británica, es una obviedad sideral que si sólo el 20% de ellos han llegado a solicitar ese dinero son varios eslabones los que han fallado para que la cadena se rompa por el punto de siempre. Y en esto también hay que pedir que rindan cuentas los de traje y corbata desde las administraciones.
No parece muy de recibo que, en mitad de una pandemia, le nieguen el salvavidas al que se está ahogando. Si tienes deudas con la Agencia Tributaria o la Seguridad Social, te quedas fuera, aunque esas ayudas puedan ser tu tabla de salvación... a nadar a contracorriente y con marejada. Si pagas por módulos se te exige justificación de unos gastos que no has apuntado nunca porque nadie te obligó a ello y si tus pérdidas acumuladas se quedan en el 29%, vuelva usted mañana por que sólo se cobra a partir del 30%.
Crónica de la Castilla y León que madruga y que se siente huérfana de apoyos. Un problema que no tienen las empresas de mayor tamaño, con asesores y gestores que retuercen o exprimen los datos y documentos para llevarse su legítima tajada del pastel. La conclusión de esto es que, según recoge un informe de la Asociación de Trabajadores Autónomos, las autonomías van a tener que reintegrar algo más de la mitad del dinero que iba destinado al bolsillo de sus pequeños empresarios, 180 millones en el caso de Castilla y León.
Y no deja de preguntarse uno si las leoninas trabas burocráticas que las administraciones ponen en sus convocatorias de ayudas no buscan enmascarar el miedo a tener que asumir en algún momento que no hay dinero para todos. El oportuno cortafuegos que evitará al político de turno tener que lidiar con titulares que nadie quiere, cómo que las ayudas no llegan a todos o, en su versión más radical, que tal o cuál administración deja ‘tirados’ a los ciudadanos. Ejemplos hay, y durante la pandemia más. Lo mejor es cortar el problema de raíz pergeñando solicitudes más propias de la ingeniería documental, fomentando así que sólo unos pocos las pidan y sean menos todavía a los que se les conceden. Pero no se preocupen, que por el camino, ya hemos vendido la medida estrella en dos actos de partido y otros dos de gobierno. El abecé de la política, la nueva y la no tan nueva. Hasta los alquimistas vendían lo que nunca llegaron a conseguir.
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