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La Plaza de Los Bandos debió nacer poco después de 1855, cuando se derriba la iglesia de Santo Tomé, que le había dado su nombre ... desde hacía varios siglos. El nombre elegido tenía que ver con la presencia de la casa de María de Monroy, La Brava, la iglesia que fue cabeza de uno de aquellos sangrientos bandos, y quizás el hecho de que en 1868 ya consta una calle Cerrada de Los Bandos. No conozco en el mundo una calle o plaza de igual nombre. Una denominación a la que hacemos justicia con entusiasmo siempre que podemos y da igual la causa: esta semana ha sido por el fútbol. Un partido de fútbol, ya ve, pues la que se ha liado. La propia plaza también ha estado en la polémica en varias ocasiones a costa de un aparcamiento subterráneo o los planes para su reforma. Asunto, que, por cierto, aún tiene recorrido y este año tiene que verse. Ya veremos si al alcalde, Carlos García Carbayo, le quedan ganas de otra polémica después de la que le ha generado un encuentro de fútbol. Un partido que ha roto amistades, relaciones comerciales, quién sabe si alguna sentimental... en resumen, hay cenas navideñas con cuñados que dejan menos daños. Y creo que aún dará algún que otro sobresalto porque forma parte de la maldición de Los Bandos, que esto daría para un novelón de misterio: cualquier asunto que caiga en esa maldición puede acabar de cualquier manera. Una pena porque n se merece algo así una plaza con tanta historia, arte, concurrencia y futuro, pero es lo que hay. Tiene algo...ya he escuchado a alguno criticar la reforma del Banco de España para hacer un edificio universitario tan alejado de la Universidad.
La afición a la bandería nos viene de lejos. No es cosa del fútbol de nuestros días, ni siquiera de que una parte de la ciudad fuese de “Capea”, Pedro Gutiérrez Moya, y otra de Julio Robles, al que ayer volvimos a recordar en el aniversario de su muerte, que va para veinte años; y ya no hablo de la Guerra Civil, que aquello fueron más que bandos, y mire por donde, el Centro Documental de la Memoria, que tiene como contenido y razón aquel episodio está en esta plaza. No, la historia de los Bandos nos lleva a la Edad Media, así que tiene raíces profundas. Manuel Villar y Macías contó su historia en un libro que publicó en 1855 y después han salido otras obras firmadas por Clara Isabel López Benito o Jesús Monsalvo, que han entrado también en ella. Incluso un grupo musical, “Ars Amandi”, tiene en su repertorio una canción que habla de ello. No creo que todo el asunto de nuestros Bandos quepa en una canción, pero ahí está nuestra Sheila Blanco arrasando en internet con una canción que resume la biografía de Bach. Cuando digo arrasando, es que supera de lejos el millón de descargas. Nuestra Sheila es así, capaz de todo y no se le pone nada por delante. Estuve con ella hace poco en las funciones del Gran Café Teatro y su faceta de cantante italiana nos clavó a la butaca.
Por si no lo sabe, entrar en banderías es exponerse a terminar acribillado como San Sebastián, patrono de pueblos y santo de sebastianes, como nuestro Sebastián Battaner, que lo celebra mañana y tuvo que lidiar con sus bandos financieros y políticos al lado, precisamente, de esta plaza. Ni Vicente del Bosque, a pesar de su carácter, ha escapado de ser carne de bandería. Por cierto, el algún momento se pensó que su escultura quedaría bien en Los Bandos, y puede que su gesto pacificador hubiese atenuado algo la maldición, pero finalmente se ubicó en el Liceo. De la que se libró. En fin, no estoy diciendo que cambiemos el nombre de la plaza, solo que quizá deberíamos tenerla más presente llegado el caso.
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