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UN año más, hemos conmemorado aquel incidente, de perfiles difusos, que enfrentó en el Paraninfo de la Universidad a la razón y a la fuerza. ... En aquel lejano 1936 se celebraba la Fiesta de la Raza, una denominación cuyo significado nunca he llegado a comprender y que siempre -tal vez Jaime de Andrade tenga la culpa- me ha resultado incómoda. Pero no quiero hoy redundar en torno a la polémica sobre qué se dijo en aquél acto, sino a evocar la figura del Rector que fue despojado de todos los cargos y honores en cuestión de horas por nadar contra corriente, por atreverse a rectificar; en suma, por pensar.
Apena ver el lamentable espectáculo de una Fiesta Nacional que dista tanto de reunir a los españoles en torno a un mismo proyecto. El 12 de octubre no debe ser el día de la potencia mingitoria de hunos y el del desprecio de hotros al sentimiento de unidad. “Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien”, escribió al Congreso Amadeo de Saboya en su mensaje de renuncia a la corona. Casi siglo y medio después, las actitudes no han cambiado demasiado. Gran día el pasado martes. Fue divertido abuchear al Presidente del Gobierno de España y luego aplaudir a la cabra de la Legión, o elucubrar sobre qué piloto republicano de la Patrulla Águila pintó de morado el cielo de Madrid.
Pocos países pueden presumir de una trayectoria histórica como la nuestra ni de haber superado tantas dificultades para llegar a ser una de las democracias más avanzadas del planeta, a pesar de sus defectos. Sin embargo, también cuesta encontrar una nación que halle en el pasado tantos motivos de automortificación y que busque en el presente tantas razones para la confrontación. Don Miguel cultivó como pocos el concepto de patria, y lo hizo entre la amargura de su triste presente y la esperanza de un cambio que no cuajó. Pocos denunciaron como él la falsedad de quienes se autoproclamaron garantes de unas hueras esencias seculares.
De diez cabezas, nueve embisten y una piensa. No me cabe duda que Don Guido, el de Machado que cantó Serrat, fue muy patriota y pensó poco, muy poco. Machado y Unamuno compartieron preocupaciones por esa España nuestra, que tanto les dolía. Fueron patriotas porque ambos entendieron que la patria no es la madre impersonal que algunos pintan, sino la hija de todos cuantos remamos para sacarla adelante. Por eso, con tres días de retraso, felicito a todos los españoles que sienten el orgullo individual de participar en el resultado de un esfuerzo común. Que nadie pierda el partido por incomparecencia.
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