Secciones
Destacamos
Vivimos tiempos extraños y qué le voy a contar que usted ya no sepa. Ayer fue un cocodrilo en el Duero y hoy es una ... pantera negra en Granada. Una pantera como la que talló y pulió muestro Mateo Hernández, escultor bejarano, allá por 1923 después de conseguir un bloque de diorita en el que vio dentro al felino a tamaño natural. La escultura acabó en el Metropolitan de Nueva York después de haber pasado por la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París (1925), donde recibió uno de los premios importantes, y por el domicilio de los Kerrigan, gente rica, que la adquirieron. Los biógrafos del escultor dicen que no quería desprenderse de esa pantera de Java y por eso le puso un precio desorbitado: dio igual. Se vendió. Una copia de aquella pantera saluda a quienes entran en el patio de operaciones de Garci Grande, histórica sede de nuestra Caja de Ahorros, en la actualidad de Unicaja Banco. Cuidado con esa pantera, no vaya a perderse en una fusión financiera. A Grace Jones, cantante, modelo y actriz, famosa por una versión disco de “La vie en rose”, la llamaban la “pantera negra” y en las discotecas de otro siglo, ya desaparecidas, se pedía “leche de pantera”, que era una combinación de leche condensada con ginebra y mucho hielo. La leyenda, y todos los cócteles míticos la tienen, dice que nació en la Legión, donde sus miembros mezclaban alcohol sanitario con la leche del hospital de campaña, y que esta mezcla se la pasó Millán-Astray al coctelero Perico Chicote. Nunca le vi la gracia al brebaje si quiere mi opinión. Hoy, la tontuna es mezclar el hidrogel de manos con cola, por ejemplo, y a morir por la causa. A lo que vamos, que hay una pantera en Granada y, a día de hoy, cuando escribo esto, no la han cazado y el rey emérito está retirado en la tierra de las “Mil y una noches”, lo cual da alguna oportunidad a la de Java.
Esto de la pantera granadina recordará a algunos que en junio de 1969 teníamos una leona por las tierras del Rebollar. Lo contaban las centenarias páginas de este periódico el 26 de junio de aquel año con advertencias de lo peligrosísimo que era ir a ver y cazar a una leona en estado salvaje si bien –ojo al dato– se aseguraba que “la población no corría peligro”. En medio de aquella noticia aparecía la figura del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, que estaba dispuesto a dirigir los trabajos de captura. En estas páginas el naturalista advertía de que si se había escapado de un circo era ya un animal salvaje y debía cazar para alimentarse y para ello podría necesitar diez kilos diarios de carne. Y aquí, el reportero aporta el dato de que se echaban de menos en la zona a diez cabras, cinco perros y dos terneros. Al parecer la leona podría haberse escapado de un circo acampado en Ciudad Rodrigo, que podría haber sido vista por el conductor de un tren con una presa en la boca, que no era un perro grande, también que la Guardia Civil había visto huellas y que un pastor había denunciado la falta de un cordero.
A estas alturas se preguntará cómo terminó todo. Pues bien, no lo sé. El alboroto periodístico se fue apagando y un día desapareció de la actualidad, igual que la leona, se evaporó, atropellada por otros asuntos. Así ha sido y será este mundo. Y hasta ahora, que la pantera granadina –y antes el cocodrilo pucelano– me han recordado a aquel episodio de los años sesenta, casi en el cambio de década, en unos tiempos en los que cada dos por tres un OVNI pasaba por Salamanca y sus ocupantes perseguían a paisanos por las cunetas, o salía petróleo de un pozo agrícola. Casi echo de menos aquellos tiempos si miro a estos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Santiago Juanes. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.