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Aquí se fraguó el descubrimiento del Nuevo Mundo, de donde vinieron los tomates, las patatas, el pimiento o el chocolate. Sin ellos, Tirso de Molina ... nunca hubiese escrito: “¡Oh, ensalada de tomates, de coloradas mejillas, dulces y a un tiempo picantes”! Santa Teresa no estaría encumbrada como inventora de la patata frita. Los chorizos de la olla de Quevedo continuarían siendo negros como morcillas. Y “Chocolat”, de Joanne Harris, nunca nos hubiese enganchado como nos enganchó cuando la leímos. Todo esto requiere de matices, pero no hay espacio. El Descubrimiento y la colonización revolucionaron nuestra despensa y dieron lugar a gran parte de la cocina actual de andar por casa: los sofritos, las patatas meneás, bravas o fritas, el chocolate a la taza... Aquí Colón hizo guardia esperando los buenos oficios de Diego Deza entre rezos y ollas frailunas, y opiniones encontradas de los sabios de la época, y aquí Francisco de Vitoria iluminó al poder sobre los derechos indígenas, que para algunos llegaron ya tarde, como relata García Jambrina en su última novela, extraordinariamente documentada con literatura de la colonización americana. La Sala de Vitoria en el Edificio Histórico de la Universidad de Salamanca tiene que formar parte de una posible Ruta de la Hispanidad por la ciudad, con parada en el Paraninfo unamuniano, al lado, donde José Luis Gómez recrea de nuevo esta tarde aquel 12 de octubre de 1936 cuando Unamuno inmortalizó que vencer no es convencer, y ya lo hemos visto. Nunca esta fecha tuvo tal carga unamuniana: cine, libro y teatro de golpe. El Edificio Histórico rebosa Hispanidad igual que la Plaza Mayor nos muestra a conquistadores americanos, como Hernán Cortés o Vázquez Coronado, con perfiles salmantinos. Otro conquistador, Wences Moreno, empleó el humor como arma de conquista. Tiene calle y escultura en la ciudad. Como Cristóbal Colón.
La Ruta de la Hispanidad se cruza con la de Unamuno en esta ciudad que miró a América igual que esta se miró en ella. Americanismo e hispanismo. La Universidad de Salamanca también es alma mater de la universidad americana, vecina de “salamancas” que allí son cuevas, aldeas y ciudades a las que tanto se ha referido Juan Carlos García Regalado. La Avenida de Salamanca, en Salamanca, va de eso. En nuestro callejero hay Argentinas, Chiles, Honduras, Ecuadores...Hay algunas huellas que recuerdan aún aquella Cumbre Iberoamericana y en las laderas de San Vicente se alza el nuevo Colegio Hispano Americano Hernán Cortés, algunos de sus escolares regresaron hace poco a Salamanca. Aquí rodó Ridley Scott “Columbus” con Depardieu y Sigourney Weaber donde se ven las espectaculares imágenes de la Catedral Nueva rodadas desde un botafumeiro.
Regreso a la despensa. Hoy, los tomates son zafiros que rebosan en nuestras huertas y vegas; las patatas de Arabayona o Cantalpino tienen fama universal; los chorizos de Guijuelo o La Alberca son santo y seña mundial de nuestra gastronomía chacinera, y el chocolate (xocolatl) tuvo en Salamanca fábricas estupendas y los viajeros hablaban maravillas de él cuando recalaban aquí; hoy, los turistas extranjeros que nos visitan reciben la necesaria información chocolatera de los guías. Una bebida ritual, reconstituyente, afrodisiaca y con hechuras de fármaco, que el clero (femenino, seguro) hizo bebible en España dando lugar a una cuaresma más llevadera no sin cierta desconfianza vaticana. Esto, para empezar.
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