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TENEMOS noticias de la antigua tradición medieval de la fiesta del “Obispillo” en algunas catedrales: Palencia (1366), Coria (1502), Plasencia (1563), Segovia (mediados del XVI), ... Burgos, Ciudad Rodrigo, Murcia, Toledo o en la abadía de Monserrat (“Bisbetó”). Prácticamente desaparecida, se ha recuperado en Burgos (1998), Palencia (2009), Murcia (2011), Pamplona (2012), León y Toledo.
Se abría el 6 de diciembre con la festividad de san Nicolás de Bari, a quien en Salamanca se tuvo gran devoción y acababa el 28, conmemoración de los Santos Inocentes. Se trataba de dar una lección de humildad a los miembros de los Cabildos catedralicios ateniéndonos a Lc. 1, 52: “Quitó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes”, para lo que se revestía a uno de los niños del coro con los ornamentos y preseas episcopales y junto a sus ayudantes ocupaban los cargos y sitiales que el resto del año gozaban los titulares. Ejercía su nuevo cargo oficiando, bendiciendo, sermoneando y organizando procesiones. El Concilio de Trento, en 1563, trató de acabar con las fiestas paganas, sin demasiado éxito.
Desde su fundación en 1958, se ha venido celebrando esta fiesta en la Escolanía del Valle de los Caídos, siendo proclamado “Obispillo” entre 200 niños, el 1 de mayo de 2018 por un periodo de 2 años Fran García Hernández, natural de Alba de Tormes, asistido por un vicario y un secretario.
En las constituciones de 1513 y en los estatutos de 1601 del Colegio de Santo Tomás Cantuariense se especifica que: “Todos los años la víspera de santo Tomé apóstol se haga obispillo por votos secretos, juntos en la sala rectoral todos los colegiales, como la elección de los señores rectores, excepto que esta elección se hace en la sala rectoral y no se asienta en los libros como la otra”.
En Salamanca no se tienen noticias de que el Cabildo catedralicio autorizase esta fiesta, y nos consta el testimonio del “Guzmán de Alfarache” de Mateo Alemán, donde leemos: “¡Oh dulce vida de los estudiantes! ¡Aquel hacer de obispillos...”, aunque se estuviera refiriendo a la Universidad de Alcalá.
En su vertiente salmantina, según don Antonio García Boiza, consistía en que los estudiantes elegían al más tonto de los compañeros, lo disfrazaban con el atuendo episcopal y lo paseaban triunfalmente sentado en un pomposo sillón por las calles y plazas, entre risotadas y exageradas reverencias de los estudiantes vestidos de fraile, terminando en el Patio de Escuelas Menores, con un discurso en latín. El juego era que “el Obispillo”, harto de las bromas de los estudiantes y de los espectadores, arremetía contra la muchedumbre con “cara feroche”. Puede verse hoy en el claustro alto de la Universidad, en la galería de la biblioteca, la figura iracunda del “Obispillo” con los ojos desorbitados, el semblante enfurecido y los puños amenazantes.
Nuevamente podemos contemplarlo en la cúspide del triunfal pórtico de saberes que es la fachada de la Universidad como contrapunto a tanta seriedad, con ladeada caperuza, desgreñado, ojos hundidos y el rostro arrugado profiriendo verdades desvergonzadas por una boca sin dientes.
Es Lope de Vega en su conocida comedia “El bobo del Colegio” (se refiere al famoso de san Bartolomé, Viejo o de Anaya) quien nos dice que en sus estatutos existe una beca para un estudiante tonto como espejo y contraste con la discreción y el comportamiento en la vida que habían de seguir los estudiantes. Preludio fue, como una más de de las actuales “novatadas”, el que al recién llegado se le impusiera una mitra de papel en la cabeza y con burlesco acompañamiento tuviera que ir soltando discursos por la ciudad. La broma concluía cuando invitaba a los veteranos a un suculento banquete.
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