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El “fin de año universitario”, que seguimos llamando “Nochevieja Universitaria” ajenos a patentes, registros y propiedad intelectual o industrial, ya es historia, lo que significa ... que enfilamos la Navidad a toda pastilla parando esta noche en el encendido del regalo navideño en la Plaza Mayor y la Feria del Belén en Beleña, el sábado, con sus hogueras, talleres belenistas, celebraciones pastoriles y otras citas navideñas tradicionales. A Beleña, en una posible ruta navideña salmantina, se une Ledesma con sus pastores, Mozárbez y Villoruela con sus árboles de briks de leche y vaqueros, respectivamente; Béjar con sus catorce belenes “nazarenos”, es otro lugar irresistible para los amigos de la Navidad, ávidos de emociones, como las que llegarán los próximos días con las calendas, las caracolas, los quintos... Ay, los quintos, aquellos mozos que se marchaban a la “mili”, el Servicio Militar Obligatorio, por estas fechas y eran protagonistas de gamberradas permitidas a cambio de servicios a la comunidad, como ocurre con la “Broma” en Linares. Gamberradas que, en ocasiones, tenían como destino a las mujeres del pueblo.
Tras el sarao de anoche vamos de lleno a la Navidad, y así como hay un Jueves Lardero que anuncia Carnaval y Cuaresma, hay un Jueves del Turrón en Peñaranda que avisa de la proximidad de la Nochebuena, que sería de otra forma sin el turrón, al que cantaron nuestros clásicos, desde Lope de Vega y Tirso de Molina al propio Cervantes, porque el turrón estuvo antes en la Literatura que en los recetarios, cuyo estreno debemos a Juan de la Mata y su “Arte de Repostería”, que anduvo por las cocinas alrededor de 1786. Mucho antes, en 1603, Agustín de Rojas escribió: “Gozan de todas las frutas, comiendo las más gustosas, es amigo de buen pan, del buen vino y buenas ollas, del turrón y mermeladas...”. La temporada del turrón, en la que estamos, levanta el ánimo, como decía José María Villergas, uno de nuestros satíricos, a quien dedicó unas líneas nuestro José Luis Rodríguez de la Flor en “Un siglo de poesía satírico burlesca”. Y hasta el propio Josep Pla escribió del turrón, o más bien de la falta de turroneros que iban por las calles con su mercancía y eran una garantía, así que hubiese disfrutado con la imagen de nuestras turroneras en los Portales de San Antonio. No podremos hacerlo ya de la bodega que desde hacía décadas (siempre la he conocido) le ponía un punto de aroma alcohólico a Vasco de Gama y alrededores; cierra la bodega de Amalia, la última en graneles, en otro tiempo tan populares. En mi infancia no había barrio sin una bodega igual, en mi caso la que estaba en Héroes de Brunete, hoy Filiberto Villalobos, casi en la esquina con la calle de Arapiles. Hasta allí iban los parroquianos con sus botellas y botas en un ejercicio espléndido de reciclado; llegaban con los vidrios o cascos vacíos bajo el brazo y salían con ellos llenos y un chato o dos en la barriga y el ánimo. Era el vino, pero era también el vermú, que vuelve a estar de moda. Vermú de grifo, le decían, y los que venían de Madrid se pedían por estas fechas un “media”, que reunía ginebra, bíter y vermú. Hasta Chicote lo servía y tengo noticia de que en la barra del Gran Hotel llegó a ser popular.
Finde prenavideño, con coros (Salinas, Contrapunto y Universitario) y orquestas (Joven Ciudad de Salamanca o la Stradivari) poniéndole banda sonora. Nadie puede decir que no estamos ya en la estación de los turrones.
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