La escalada de los abrazos
Jueves, 14 de mayo 2020, 05:00
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Jueves, 14 de mayo 2020, 05:00
La falta de contacto puede matar. Suena tremendo, pero si no tienes a nadie querido con quien darte un abrazo las consecuencias pueden ser tan ... fatales como las del propio coronavirus.
Resulta paradójico que para evitar contagiarse haya que mantener un aislamiento y una distancia social que -oh sorpresa- también puede provocarnos la muerte. O, como poco, dejarnos secuelas y heridas de mayor o menor consideración. Y no me lo invento, que la movida tiene su enjundia. Me explico.
A mediados del siglo XIX miles y miles de bebés morían en los hospicios de todo el mundo a causa de una enfermedad que se denominó “el marasmo”. Se daba entre los primeros seis y nueve meses de vida.
El marasmo afectaba a bebés aparentemente sanos que entraban en un estado de depresión inexplicable por el que dejaban de mantener el contacto visual, de alimentarse y de comunicarse hasta que morían.
El doctor Fritz Talbot, un pediatra de Boston, comenzó a estudiar los misterios del marasmo. Visitó muchos hospicios y varias clínicas infantiles en diferentes países del mundo. En todos había una mortalidad similar. En todos menos en uno: un hospicio de Dusseldorf, en Alemania. Allí los pequeños estaban saludables y fuertes a pesar de recibir más o menos la misma atención que los niños de Estados Unidos.
Como en la mayor parte de los orfanatos y hospitales, las salas estaban limpias y ordenadas, pero algo llamó la atención del doctor Fritz. El pediatra cayó en la cuenta de que había una anciana que siempre llevaba un bebé enfermo en brazos. Fritz preguntó al director quién era esa mujer. “Es la vieja Anna. Cuando hemos hecho todo lo que hemos podido desde el punto de vista médico se lo entregamos a la vieja Anna. Ella siempre tiene éxito”, explicó el doctor teutón. Los niños que Anna abrazaba, sobrevivían.
A los adultos nos pasa lo mismo. Los psicólogos coinciden en que necesitamos el contacto físico para desarrollarnos con normalidad y sentirnos bien.
Los abrazos, besos y caricias son como las vitaminas A, B y C (Abrazos, Besos y Caricias). No hay excusas para no tomarlas, no caducan, son gratuitas, y muy fáciles de administrar. El juego de palabras es de Ciara Molina, una psicóloga española a la que he llegado tras releer –por enésima vez- los libros “Abrázame” y “Abrázame 2” de Kathleen Keating para refrescar la teoría sobre abrazoterapia que en las zonas sanitarias de Robleda, Aldeadávila, Lumbrales y Miranda ya pueden practicar.
En época de confinamiento, astenia, duelo y distancia de seguridad, de fases, mascarillas, guantes de vinilo y pantallas de metacrilato, de bulos, basura en los medios, odio en las redes y asco social sólo la escalada de los abrazos nos podrá salvar del marasmo fatal.
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