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La cultura de la cancelación

Martes, 6 de diciembre 2022, 04:00

Siempre que me hablan de la cultura de la cancelación con contundencia y pretendiendo convencerme de que es imprescindible, me pregunto si, quien lo hace, no ha cometido ningún error y si no lleva, como todos, una colección de arrepentimientos cargados en la mochila. No ... entiendo el argumento de, como hiciste esto mal, mira, lo que hiciste bien, lo voy a borrar. Pretendemos que los genios de cualquier disciplina además sean unas magníficas personas. Y a veces lo son. Otras,no. Muchos no son lo suficientemente inteligentes como para saber que el bien está por encima de la brillantez o de la inteligencia. No se puede tener todo. El mundo sería aún más injusto. Y está claro que los genios (como cualquiera) tienen su lado oscuro. ¿Hay que quitar de en medio sus obras por este motivo? Por Dios, la Providencia o por quien ustedes quieran: no. Si el milagro de la naturaleza ha decidido proveer a alguien de una gracia y además convertirlo en asesino (o se ha convertido en asesino solito, que por ahí anda lo del libre albedrío), la sociedad habrá de encarcelarlo e incluso tirar la llave, pero ¿su obra? ¿Por qué? Que le quiten los derechos sobre la misma, que expliquen sus maldades e incluso si incluye alguna perversión, que se analice, para que aboque a la reflexión e impida que se vuelva a repetir... ¡pero que no la destruyan! Aunque ya lo sospechaba (para eso soy novelista de género negro), también los grandes creadores de todas las disciplinas, a lo largo de toda la historia tienen sus lados oscuros. Y muchas veces los hacen aflorar justo cuando aman o desaman a alguien. Sus historias de amor y desamor, que recojo en mi último ensayo “Lo que la primavera hace con los cerezos”, que tantas veces determinan sus obras, a veces poco o nada tienen que ver con la belleza de las mismas. En ocasiones incluso son esos mismos amores o desamores, regados de exceso, los que los conducen a la abyección o al delito. Si por casualidad alguna de sus fechorías cruza la raya de lo permitido yo abogo porque se les castigue con toda la dureza. Pero ¿destruir lo que han escrito, pintado, construido, filmado, interpretado o inventado? ¿Castigar a la sociedad a la que han hecho daño, dejándola sin ese tesoro? Díganme, si descubriéramos que Thomas Alva Edison fue un maltratador o un asesino, ¿apagaríamos la luz del mundo? La cultura de la cancelación no sirve más que para hacer desaparecer errores. Y lo importante es tratar de subsanar sus consecuencias y procurar que no se vuelvan a producir.

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