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“¡Qué espléndido lugar es Salamanca!”, escribió George Borrow (don Jorgito el de las Biblias) tras su visita en 1837. Antes y después de él ... otros muchos han sabido captar el encanto de una ciudad pletórica de vida que acoge múltiples miradas e infinitas interpretaciones. Una ciudad de contrastes y simetrías, organismo vivo que se transforma siguiendo la gama cromática que va desde el amarillo en los soleados mediodías estivales hasta el ocre bermellón del oro viejo en los sanguinolentos ocasos, cuando el bordado de sus piedras doradas brilla con fuerza inusitada y los relieves alumbran sombras apenas perceptibles, heridas por el fulgor de los últimos rayos del día. No es una ciudad imaginaria ni, mucho menos, invisible (por citar a Ítalo Calvino).

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lagacetadesalamanca La ciudad de la paz