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Lo advierte el refranero: a perro flaco... Y hoy la flaqueza de nuestra hostelería es evidente y un destino más que atractivo para las pulgas. ... Alfonso Fernández Mañueco, con la solemnidad que requería el anuncio, ha decretado el cierre de la hostelería desde el viernes con la finalidad de detener el deterioro de nuestra salud por el Covid19. Esta vez no han sido Igea y Casado, el dúo dinámico de nuestra Sanidad, aunque estaban cerca, sino el propio presidente, porque la gravedad así lo requería, el que ha anunciado la medida, que quizá tenga su continuidad con el encierro en casa. Se verá en breve. Pero echo de menos, junto a estos avisos, medidas complementarias relacionadas con la atención médica, que parece que siempre es lo mismo: cerrojazo. Aunque esto es una impresión mía. También lo es la duda de qué se hará si esto tampoco funciona, como todo lo que se nos ha ido diciendo que hagamos y hemos hecho. Y todo señala que la cámara de la bicicleta ya no soporta más parches e igual hay que cambiarla. Hasta donde llega mi conocimiento, la hostelería que conozco se ha tomado en serio las medidas anunciadas, lo mismo que los centros comerciales. Entonces, ¿qué está ocurriendo? ¿Qué dicen los datos? ¿Qué más hay que hacer? ¿O estamos ante una frontera infinita?
El anuncio ha llegado en la víspera de San Carlos Borromeo -felicidades, señor alcalde, señor obispo- que es el patrono de la banca, que tampoco está para festejos: hay quince mil empleados muy cerca de la puerta de salida, que se suman a los cien mil que los diversos ajustes han ido poniendo en su casa desde la crisis de 2008. Solo de las cajas de ahorros hay en España más de diez mil seiscientos locales cerrados, decía el otro día el diario económico “Cinco días”, a modo de cicatriz del desastre. Da que pensar y sobre todo porque aquí, en Salamanca, sabemos de lo que hablamos. Supongo que las medidas sanitarias habrán suspendido las comidas de bancarios que aún se celebraban en tan señalado día. Fue San Carlos un tipo que encaró una peste de las gordas en su siglo, a la que dio nombre, y que impulsó los llamados libros parroquiales en los que se apuntan bautizos, bodas, defunciones... Quizá por ello el cementerio lleva su nombre, aunque la verdad es que no lo sé. Y se preocupó mucho de la preparación del clero, lo que justifica que el seminario lleve su nombre. Es curiosa de leer la biografía de Carlos Borromeo, así que póngala en las ocupaciones pendientes para cuando llegue el encierro. Se la recomiendo. Pero no solo hay que felicitar a Carlos García Carbayo en tan señalado día, también a Carlos López, obispo de la diócesis, que cumple años y le llega la jubilación tras una larga carrera vocacional, lo que abre un escenario de sucesiones o fusiones, ya veremos. Felicidades a todos los Carlos en tan señalado y pandémico día. Y mucha suerte.
En nuestro cementerio de San Carlos Borromeo es de obligada visita el nicho de Unamuno, quien nos sigue sorprendiendo. Su documentalista de cabecera, Manuel Manchón, revela en su película pendiente de estreno inmediato, que aquellos nazis cuyos embajadores eran recibidos en la Plaza Mayor con pompa, circunstancia y solemnidad, y festejados en el Coliseum, pusieron todo de su parte para que don Miguel no recibiera el Nobel. Y eran gentes muy persuasivas. A esto se le suma su extraño fallecimiento, según el documental, lo que acrecienta la leyenda al igual que nuestra inquietud. El desastre pandémico va a dejar una cicatriz de esas que lucen los toreros con décadas de oficio.
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