Borrar

No soy cazador. Sin embargo, confieso que de joven tuve mis veleidades venatorias. De mi padre heredé una escopeta muy querida para él, comprada con ... no poco sacrificio económico. Era un arma muy admirada por su ligereza y precisión. No la utilizó mucho, pero de vez en cuando participaba con otros hombres del pueblo en batidas invernales contra las alimañas. Contra el lobo, preferentemente, que, a nada que se descuidaran los pastores, acababa en una noche a dentelladas con las ganancias de todo un año. Ovejas, corderos o potrillos recién nacidos constituían sus presas favoritas y a ello se dedicaban entonces las manadas con gran empeño. Los cazadores ponían similar denuedo en neutralizar los avances del famélico enemigo. Y si no daban con él, siempre cabía la posibilidad de abatir alguna liebre que, bien guisada con arroz, justificara una espléndida cena de confraternización en tiempos de penurias y privaciones.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Sigues a Román Álvarez. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca La caza