La calle del Silencio

No hay una calle dedicada al ruido, pero sí una del Silencio, que antes se llamó calle de Asesinos sin que tenga idea de la razón de este nombre. El caso es que Ignacio Carnero, estudioso del callejero, asegura que el nombre daba miedo y la gente caminaba por la calle en silencio y deprisa por si acaso, así que se dio en llamar calle del Silencio. Si no es verdad al menos es ocurrente.

Hoy es una calle tranquilla, que tiene en uno de sus costados al teatro universitario Juan del Enzina y al fondo la que dicen que fue casa de Vicente Ferrer, santo milagrero como él solo, que ejerció en Salamanca, capital de prodigios. Hoy el otro santoral recuerda a San Isidoro, cuyos restos pasaron por Salamanca camino de León y aquí seguirían si no fuera porque a alguien se le ocurrió dedicarle una iglesia porque no había manera de levantar su urna para que siguiese su traslado.

No tuvo mucho devoto el santo en Salamanca porque menos de un siglo después la iglesia salmantina de San Isidoro era llamada de San Isidro. El caso es que estos días ya estamos sometidos al ruido electoral, que ya va viendo cómo viene. Hasta la memoria de José Antonio Primo de Rivera anda en ella.

El hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, que expulsó a Unamuno, el que perpetraba en el Parador de Gredos una insurrección antes del “Golpe” del 18 de julio apoyada por la Falange, que fundó, y el que quiso arrimar al propio Unamuno a su ascua en aquel mitin del Bretón. Lo de la insurrección lo rescaté hace años de la Hemeroteca de este periódico, del que fue director uno de los participantes en la reunión, Francisco Bravo, que fue también alcalde de Salamanca y muñidor de muchos arreglos en Madrid relacionados con obras salmantinas.

Por ejemplo, el edificio de Hacienda. Bravo fue un “camisa vieja”, como se llamaban los de la primera hornada falangista, al contrario de los concentrados en otro día para protestar por la exhumación del “ausente”, que, a uno, personalmente, le daban vergüenza.

Por cierto, el partido de José Antonio, de inspiración fascista, está entre los que concurre a las elecciones municipales del 28-M. No sé si contribuirá o no al ruido electoral que viene, pero ahí está.

Entre el ruido urbano y el silencio de la vieja calle de Asesinos está el rumor del agua del Tormes, río al que ha dedicado el profesor Ángel Vaca un libro que habla de las crónicas que alimentó la famosa Riada de San Policarpo en 1626. Una tragedia que dejó muerte y destrucción. La presentación tuvo lugar en el Casino de Salamanca, que reunió a muchos aficionados a la historia local, género que tiene sus partidarios, como comienza a tenerlo el género negro salmantino.

La nueva edición del Congreso de Novela y Cine Negro, comienza dentro de unos días, trae a Bernard Minier autor de “Lucía”, libro protagonizado por la policía Lucía Guerrero que busca por las calles salmantinas a un asesino que compone escenas criminales inspiradas en las Metamorfosis de Ovidio, el poeta. La policía contará con la ayuda de un criminólogo y unos estudiantes de informática, ahora que tanto hablamos de Inteligencia Artificial y Economía Digital gracias a los Corchado.

No es la primera vez que Salamanca inspira novela negra –ahí está Luis García Jambrina– así que quizá estemos ante el nacimiento de un género, pero está claro que aquí los crímenes o tienen cierta fantasía clásica o no encajan. Por cierto, cerca de la calle Asesinos está la Facultad de Filología, de fiestas estos días en honor a San Isidoro.