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CALIMA y calamidad tienen una raíz parecida. La calima además ha dibujado estos días una atmósfera apocalíptica que evoca a la calamidad. El paisaje marciano de esta semana no ha llegado en un momento poético sino todo lo contrario. El color ocre se ha fundido ... con las imágenes de los tanques, los refugiados y con las estanterías vacías en algunos supermercados.
La calima se ha llevado los colores de nuestras calles para acentuar la calamitosa realidad que vivimos. Y además nos ha trasladado a ese utópico fin del mundo, que últimamente está en boca de casi todos, por culpa de los dementes coqueteos de Putin con las armas nucleares. La neblina ha acentuado esa sensación y nos ha robado la luz, cuando ya empezábamos a verla después de lo más traumático de la pandemia.
La ceguera de Putin ha abierto los ojos al resto del mundo. Ucrania se ha dado cuenta de que la solidaridad del mundo es muy grande, pero llega hasta el límite de meterse en un conflicto global. Estados Unidos ha comprobado que no puede hacer frente a todas las amenazas por muchos aliados que tengas. Los chinos han sabido lo peligroso que es tener amigos como Putin para sus propios intereses. Europa, y también España, se han dado cuenta de que es necesario invertir más en armas, porque las guerras no son solo económicas. Y Rusia también ha visto que las victorias conseguidas a base de masacres, ponen a todo el mundo en tu contra.
En su libro “Orden mundial”, Henry Kissinger, secretario de Estado con Nixon y Ford y Premio Nobel de la Paz, describe el desorden global surgido tras la Guerra Fría, que en parte explica lo que estamos viendo. Cada vez hay más potencias con visiones diferentes del mundo, que luchan por sus propios intereses, mientras crece exponencialmente la interdependencia de unos con los otros. La muestra es que Occidente sanciona a Putin, mientras le sigue pagando cientos de millones por su gas, a la vez que se agrava la crisis global de suministros, precios o materias primas.
En ese libro, Kissinger también incluye una cita, de Bismarck, el artífice de la unificación alemana, que explica otra parte de lo que vivimos, desde el prisma político. “Vivimos una época maravillosa, en la que el fuerte es débil por causa de sus escrúpulos, y el débil se hace fuerte por causa de su audacia”. Eliminando lo de la etapa prodigiosa, podemos asignar la debilidad por ser moral a los países occidentales, la falsa fortaleza por la ausencia de escrúpulos a Putin y la firmeza del audaz a Volodímir Zelensky.
Y en medio de todo este lío nos ha llegado la bruma para ahondar en los tiempos difíciles, de los que últimamente no salimos. La calima se ha colado en medio de la calamidad. La diferencia es que a la primera se la lleva el viento y la segunda no sabemos cuánto va a durar.
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