La buena, el feo y el malo
Miércoles, 31 de marzo 2021, 05:00
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Miércoles, 31 de marzo 2021, 05:00
Isabel Natividad Díaz Ayuso, Ángel Gabilondo Pujol y Pablo Manuel Iglesias Turrión. Los tres aspirantes estrellas -con el permiso de VOX-, a presidir la perla ... de la Corona. Hago de Sergio Leone y reparto los papeles a mi antojo.
Iglesias no es malo, es viborezno. Moño y dentadura mellada, es el mayor impostor que ha conocido España desde Largo Caballero, aquel “Lenin español” que fue corto y nada caballeroso. Es hijo de “terrorista” -según la Justicia-, y nieto de quien locutó discursos alentando las tropas de la República; copartícipe en el 36 de “sacas” que acababan en asesinato; y condenado a muerte (librado paradójicamente del paredón, y colocado en su ministerio franquista, ay, por el falangista Girón). Lleva en su ADN el rencor de varias generaciones de “prendas”; en su cabeza el marxismo más crudo; y en su ánimo cargarse España. Un “mantero” ennegrece su populista lista.
¿Gabilondo feo? Le llamaban “Cromagnon” no por la mandíbula (su prognatismo es tan pugnaz como el de los borbones), sino por las órdigas que atizaba de fraile. Tiene cara de malhuele; su incapacidad para sonreír y la invencible sosera no favorecen sus aspiraciones. Es catedrático de Metafísica, pero no está metafísico -flaco-, como Babieca dijo a Rocinante. Una tarde en El Boalo (Martín Gaite por medio), le pregunté a mala leche cuál de los muchos hermanos Gabilondo, hijos de un carnicero donostiarra, había sido fraile en Salamanca. Yo sabía la respuesta. Él había suprimido del currículo su condición de Corazonista cuando le hicieron ministro. Ahora asegura que no pactará con Podemos. ¿Les suena la copla?
Ayuso, la buena de la película. Los quijotes, hartos de mediocres y golfos, la idealizamos. Soberbia matrona, está mas cerca de Dulcinea del Toboso que de Aldonza Lorenzo. No sé si España, pero los españoles, que quieren ser gobernados decentemente, se consideran sus deudores y empiezan a elevarla a los altares. Con su intuición femenina y sus reflejos de “gata” (que así se sigue llamando a los madrileños), ha enamorado a muchos y cabreado a todos los demás. Confiemos en que se defienda, eso, “como gata panza arriba”, de las innumerables y cerriles embestidas y zancadillas de la izquierdorra, descolocada y acojonada. Son los mejores heraldos de su victoria.
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