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Mientras vuelan cuchillos por cinco miserables euros de salario mínimo, el precio de la luz sube tanto como esos cohetes turísticos que ahora se han ... puesto tanto de moda.
Poner la lavadora ya es un lujo y la desmesurada factura vuelve a ser grosera arma arrojadiza en el debate político. Lo fue cuando gobernaban quienes están ahora en la oposición y vuelve a serlo ahora, que administra la izquierda. Más valdría que juntos explicaran algo que los ciudadanos deben saber: el margen de maniobra de las autoridades –entonces y ahora– es bastante limitado. Que paguemos tanto por el recibo se debe, en su mayor parte, a un sistema comunitario que se puso en marcha en 2005 y que estamos obligados a acatar. Por eso el precio de la luz ha subido tanto en toda la Unión Europea, no solo en España.
Por una parte, las eléctricas tienen que pagar derechos de emisión de CO2 para producir energía contaminante, esto es, la que se produce en las centrales que generan energía quemando ese gas natural que está por las nubes. Esos derechos, que también han multiplicado su precio, operan como un impuesto comunitario que pretende incentivar que la generación de electricidad se traslade al terreno de las energías renovables. La idea es buena, pero, al final, esos derechos los pagamos todos en el recibo de la luz.
Por otra, las normas comunitarias prevén que el precio de la electricidad lo fije el valor del último megavatio que entra en el mercado, que es el más caro. Así, muchos pantanos se han convertido en verdaderos secarrales: las eléctricas producen mucha energía barata y la venden al precio de la más cara, mientras se nos pide que cerremos el grifo cuando nos lavamos los dientes. La situación se agrava en España, pues más de la mitad de la energía producida procede de fuentes limpias y baratas que, además, no necesitan comprar derechos de emisión.
Si ya sabemos por qué sube el recibo de la luz, quedaría por saber qué se puede hacer para bajarlo. La primera solución ya la conocemos: reducir los impuestos, que suponen una parte importante de la factura y son relativamente altos respecto de otros países comunitarios. Eso ya se está haciendo, pero aminorar la fiscalidad, aunque se abarate el recibo, también supone un perjuicio de las cuentas comunes.
Algo más se puede hacer. Desde que se privatizaron las eléctricas, tres expresidentes del Gobierno de muy diverso pelaje y una multicolor infinidad de altos cargos de la Administración han acabado en los consejos de administración de estas empresas a las que se les pide que ganen menos. No creo que sea por su experiencia en el sector. ¿Será por su agenda giratoria?
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