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Ayer se cumplió un año de la invasión rusa de Ucrania con la que Putin ha desestabilizado el mundo y, sobre todo, a la vieja ... y artrítica Europa; una invasión a cámara lenta y por etapas que no se sabe muy bien qué persigue. Peor todavía: desconocemos hacia dónde puede llevarnos un conflicto casi fantasma curiosamente en los tiempos de la imagen omnipresente e instantánea. Lo que sí sabemos es que, en mitad de una invasión y bajo las bombas, Kiev se ha convertido en una pasarela de moda política de Occidente en la que entregar armamento y abrazos a Zelensky. Sólo falta en la capital ucraniana un avatar de Marilyn Monroe cantándole el cumpleaños feliz al presidente ucraniano.
Lo de Ucrania empieza a resultar, además de un peligroso juego de guerra en la sombra, un conflicto extraño y cansino, con soldados que se mueven casi en el metaverso. Dicen que en una batalla mueren cinco mil hombres, pero nadie está allí para dar fe y, como en la canción de Paula Cole, me pregunto a dónde se han ido todos los cowboys... o los reporteros de guerra. Queremos saber.
Mientras tanto, la pasarela hasta Kiev se extiende desde Polonia para abrir paso a nuestros fatuos políticos, con Pedro Sánchez a la cabeza, encantado de salir “de gira” por el mundo como si se tratara de un Julio Iglesias en 1972...
Una guerra no puede entenderse en dos actos de una realidad paralela: los muertos en el campo y las fotos oficiales en Kiev; los uniformes militares y los trajes de Ermenegildo Zegna, por no hablar de Ursula von der Leyen, que tampoco se ha resistido a los encantos de una escapada a Kiev Beach. Vacaciones en el frente de batalla. A los engolados líderes de Occidente sólo les falta cantar “These Boots Are Made for Walkin´”...
Y entre fotos de palacio, drones y tanques alemanes, el gran maligno soviético, Vladímir Putin, mueve sus hilos para estrangularnos. Un año ya, y todo sigue igual: “photocall” y zoco ucraniano para mayor gloria de los Reyes Magos de Occidente. Toda una kitsch party. Al final de esta catástrofe, George Santayana tendrá razón y solo los muertos verán el final de la guerra.
Lo que el mundo necesita ahora, además del Amor siempre bienvenido de Jackie DeShannon, es una repuesta rápida a Putin y no una sucesión de provocaciones y fiestas surfistas en Kiev Beach para anunciar las “Ray-Ban” de Joe Biden. Hay que acabar con la Unión Soviética de Putin y la única manera de hacerlo es usando su táctica: estrangulándolo, sin contemplaciones, que Kiev ni tiene playa ni es Vietnam, la película (gracias Stanley Kubrick).
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