Se ve que los rectores de las universidades españoles andan un tanto ociosos y no tienen otra cosa que hacer que espantar moscas con el diccionario. A la luz (es un decir) de la legislación sobre igualdad parida en ese departamento que presidía Irene Montero, ministra por vía conyugal, la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) se ha metido en un resbaloso charco con sus «estrategias para sensibilizar sobre la importancia de un uso adecuado del lenguaje desde la perspectiva de género», un manual que viene a ser como una enmienda a la totalidad sobre la forma de hablar corriente del pueblo llano. Es lo que los magníficos han coincidido en llamar «iniciativa contra el sexismo lingüístico» en los estudios superiores, como si la universidad española no tuviera otros graves y profundos problemas.
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En lugar de adoctrinar sobre el lenguaje 'woke', que nos intentan imponer a los habitantes de medio mundo (el que antes era primer mundo, o mundo civilizado, y que ahora ya podemos calificar de mundo idiotizado), los rectores harían bien en preocuparse de la falta de competitividad de las universidades españolas, que no consiguen colocar ni una entre las mejores ciento cincuenta del planeta, o de la endogamia departamental, la proliferación de centros universitarios (vamos por 91 en España), el bajo nivel de conocimiento de los estudiantes o la escasa financiación.
En lugar de eso, los 55 magníficos de la CRUE se lanzan a enmendarle la plana a la Real Academia Española, para adecuar el lenguaje universitario a los usos y costumbres de quien fuera cajera en una cadena de electrodomésticos y luego ministra.
Las instrucciones sobre el buen uso del español emanadas de la Conferencia proponen hablar de «ser humano» en lugar de «hombre», «alumnado o estudiantado» en lugar de «estudiantes», y recomiendan sustituir «profesores», «alumnos», «investigadores», «titulados» o «director» por «personal docente», «alumnado», «personal investigador», «personas tituladas» y «dirección». Con ese nuevo lenguaje los rectores metidos a lingüistas no van a conseguir que los jóvenes salgan mejor preparados, pero sí mucho más repipis y redichos. Será también una forma de perjudicar la comprensión lectora de los universitarios, que ya está por los suelos debido a la extendida práctica de los estudiantes de no leer más que las solapas de los libros, y eso los más aplicados.
Los académicos de la RAE, que de esto del español o castellanos saben un poco más que los rectores por separado y en grupo, consideran estos dislates como «desdoblamientos artificiosos e innecesarios», y recuerdan que en los sustantivos que designan seres animados «existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos». Así ha sido en nuestro idioma desde las Glosas Emilianenses hasta hoy y solo el uso por el pueblo llano que guía a las autoridades de la RAE debería poder cambiar nuestra forma de hablar y escribir.
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Es una lástima que nuestra Universidad se haya sumado a este enjuague lingüístico, pero puestos en la piel del rector Corchado, al que ya intentaron cancelar el Gobierno y sus terminales mediáticas por el asunto de las autocitas, era muy difícil levantar el dedo para desmarcarse del consenso pijiprogre. Le hubieran llamado 'facha', lo más suave.
El manual de la CRUE propone también sustituir «todos han suspendido» por «nadie ha aprobado». Así parece que ellos, ellas y elles han «cateado» en Lengua. Solo les faltó pedir el honoris causa colectivo para Irene Montero.
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